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Después del terremoto no ha venido la calma, sino otro terremoto de distinto voltaje. Hasta que no haya nuevas elecciones generales nada podrá verse claro, porque hay demasiada oscuridad, una vez comprobada la inutilidad del llamado 'voto útil'. La España diversa se ha convertido en contraria a ella misma. En Andalucía, según los expertos en discordia, se ha vuelto a disipar cualquier intento de conseguir un acuerdo porque los rivales se consideran enemigos, quizá no a muerte, pero sí a primera sangre, que por fortuna todavía no ha llegado a la calle, que es lo que más preocupa a las personas normales que son como usted o como yo.

En nuestro socorro acude el partido entre River y Boca. Los dos grandes equipos argentinos dilucidaron ayer en Madrid la Copa Libertadores. Otro motivo de gratitud al fútbol, que es el deporte más ingenioso que hemos inventado para no hablar siempre del discurso del odio, ni del traslado de los restos del pequeño general que fue llamado generalísimo. La dosis futbolística de autoestima está sobrealimentada gracias a genios sucesivos como Di Stéfano, Maradona y Messi y todo esto ocurre mientras la huelga de hambre divide al independentismo en Cataluña. No están de acuerdo en la manera de separarse, pero sí en la separación, ya que el objetivo es idéntico: hacer una España más chica y más vulnerable. Hasta ahora van ganando la partida los independentistas, pero el desencuentro no se ha acabado y no terminará hasta que no acudamos todos a unas elecciones generales, que sólo las quieren algunos, al mismo tiempo que otros las temen.

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