El valor de la cultura
Las actividades culturales nos reclaman. Es momento de prestarles atención
Me gusta cuando en tiempos de pandemia escucho al físico Pedro Miguel Etxenike hablar de investigación y Covid-19, y me asombra cuando enmarca la ... ciencia, como la filosofía o la literatura, en ese gran edificio del conocimiento que es la cultura. Y me emociona el director de Ikerbasque, Fernando Cossío, cuando cuestionado por sus referentes culturales cita, entre otros, a Bernado Atxaga o a Ruper Ordorika. Son referencias alentadoras por venir de quienes vienen y porque nos ayudan a reconocer algunos de los valores de la cultura, especialmente atemorizada en estos momentos de crisis e incertidumbre general.
Controlada, de momento, la crisis sanitaria, la sociedad vasca se dispone a recuperar sus actividades habituales, incluidas las culturales, consciente de que deberá hacerlo extremando todas las precauciones para que vivir la normalidad no se convierta en una trampa que facilite el contagio de este maldito virus con el que tendremos que acostumbrarnos a vivir, manteniendo distancias y medio ocultos tras las mascarillas de rigor. Hemos empezado ya a calcular las consecuencias económicas y sociales que la alarma sanitaria dejará en nuestra sociedad y hablamos de crisis económica y de empleo, de la necesidad de aumentar la inversión pública en salud y servicios sociales, en investigación, industria, educación, digitalización, sostenibilidad medioambiental, energética… Y algunos, principalmente los más afectados, se preguntan con angustia dónde quedará la cultura.
Todos los gestores de nuestras instituciones culturales, desde Euskaltzaindia hasta el Guggenheim, el Bellas Artes, Balenciaga, Artium, Tabakalera, Euskadiko Orkestra o la BOS, por citar algunos, se plantean su futuro y viabilidad, al tiempo que la pléyade cultural vasca de artistas, creadores, actores, músicos, técnicos, medios de comunicación impresos, asociaciones, fundaciones, empleados, autónomos y gestores de empresas demandan atención y consideración para no quedar desdibujados en un momento de crisis y probable cambio de paradigma.
El tiempo de confinamiento vivido es, de momento, un agujero negro que ha afectado a la actividad económica, a las relaciones sociales y a la intimidad de nuestros hogares. Nadie más que cada uno de nosotros y nosotras sabe cómo han transcurrido estos meses de aislamiento domiciliario. Me gustaría pensar que hemos recurrido a la Cultura para hacer del confinamiento un trance más llevadero y hemos recuperado las lecturas y músicas, o los contenidos culturales 'on line', en vez de distraernos digital y compulsivamente en nuestras pantallas para todo. Pero es muy probable que no haya sido así.
No obstante, es el momento de recuperar nuestras buenas intenciones y reivindicar para la cultura el lugar que nos demanda en este nuevo escenario. Las exposiciones de nuestros museos nos invitan a volver. El teatro, los espectáculos de calle, los grupos e intérpretes musicales, las escritoras y bertsolaris, los artistas y creadores, las compañías de danza y circo o las librerías reclaman nuestra atención y nos emplazan, a instituciones y ciudadanía, a atender su llamada, a programarlas e incluirlas en nuestra agenda y a disfrutar, con toda garantía, de ellas. Es el momento de prestarles atención, por su bien y por el nuestro. Por su valor económico, por su carácter referencial, por su importancia para reforzar los hilos que tejen la trama de nuestra comunidad, por curiosidad, por placer, por inquietud, para saber más y disfrutar mejor, cada uno a su estilo, cada una en su medida.
La cultura, como la industria, la sanidad, la educación o la ciencia, habla de una sociedad. De su estado de bienestar, de sus prioridades e inquietudes. De su salud, de su idiosincrasia, de la forma en que resuelve sus problemas y articula su convivencia, de cómo aborda la reflexión sobre los retos de los hombres y mujeres que la integran. De cómo vive y sobrevive. Me gustaría que hablara bien de nuestra sociedad.
La cultura, para su existencia, necesita del talento de sus creadores. Necesita el apoyo sostenido de las instituciones públicas, el fomento de la creación y el apoyo a su exhibición y visibilidad. Y necesita, sobre todo, del respaldo de la audiencia, de su tiempo y su interés, de su compromiso económico y de su complicidad, para existir y ofrecer así un servicio. El servicio de su valor.
Hoy podemos decir que hasta el pasado mes de marzo muchas de nuestras expresiones culturales vivían un momento de reconocimiento público. No deberíamos dejarlo olvidado en el agujero negro de la Covid-19. La actividad cultural, como todas las demás, necesitará un tiempo para su recuperación y deberá hacer frente al reto de su estructuración, de la digitalización o su internacionalización. Con el esfuerzo de todas y todos llegará. Es tiempo de incertidumbre y reto para la cultura y los agentes que la hacen posible. Su futuro próximo y su salud están estrechamente ligados al nuestro. La cultura nos reclama. Es momento de prestarle atención.
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