La 'rentrée' de Puigdemont
La duda es si entenderá que su objetivo es inalcanzable y que provoca graves daños a Cataluña
Puigdemont ha regresado a Waterloo y recuperado su tono chulesco al asumir el liderazgo de manera explícita, en presencia del rendido y anonadado Torra, humillado ... a sus pies. Y tras alardear de sus grandiosos éxitos internacionales, ha advertido severamente a Sánchez: «El periodo de gracia se acaba». «El presidente debe pasar de las palabras a los hechos, tiene deberes este verano». Y le ha instado a explicar «cuál es su receta para solucionar la cuestión política del derecho de autodeterminación de Cataluña». [...] «Lo normal es que el partido que ha recibido un apoyo se esfuerce un poco», ha añadido el prófugo, que ha recordado que no dieron «un cheque en blanco».
El chantaje está, en fin, dispuesto: según parece, Puigdemont plantea que sus votos, que sirvieron para la moción de censura contra Rajoy, han de abrir de par en par la vía unilateral hacia la independencia. Es obvio que las cosas no serán de este modo, porque ni este Gobierno ni ningún otro reconocerá al soberanismo el derecho de autodeterminación, y eso lo sabe Puigdemont, por lo que el dilema es el siguiente: ¿aprovechará el soberanismo la ocasión para desarrollar una negociación, dentro del marco constitucional, en condiciones de buena voluntad por parte del Estado, o llevará hasta el extremo la vía del chantaje, presionando en favor del imposible referéndum pactado, hasta que vuele por los aires la relación?
En realidad, Puigdemont ya sabe cuál es la oferta de Sánchez: una reforma del Estatuto, probablemente vinculada a una reforma constitucional limitada, que permita recuperar el Estatut de 2006, mutilado por la sentencia del Constitucional de 2010. Los catalanes irían a las urnas a ratificar el nuevo statu quo y, si hubiera reforma constitucional y lo reclamara la décima parte de los diputados o senadores, la totalidad de los españoles también.
De parte catalana, la posición de Puigdemont es beligerante: ha provocado la fractura del PDeCAT para librarse del freno de los pragmáticos y ha creado la Crida Nacional Republicana, que es también un OPA contra Esquerra Republicana para potenciar su hiperliderazgo personal. Pese a ello, su soberanismo acabará siendo con toda probabilidad modulado por ERC, con clara mayoría sobre el PDeCAT en las encuestas, e incluso por una parte disidente de la antigua clientela de CDC. Si así ocurriera, podría pensarse que será posible explorar una solución al conflicto catalán si el independentismo arría velas y se pliega al posibilismo, no sólo dictado por el Estado español sino alentado por toda la comunidad democrática, incluida la UE.
La duda es si Puigdemont, con un futuro personal más oscuro que el de los líderes encarcelados, tendrá la grandeza de espíritu para entender que su objetivo máximo es inalcanzable y que habrá de conformarse con objetivos más modestos y que el forcejeo estéril está provocando graves daños a la sociedad catalana.
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