La «imparable» China

ay voluntad de construir un orden alternativo a través de la negociación

Jueves, 11 de septiembre 2025, 00:00

«Imparable», dijo Xi Jinping para calificar el proceso de revitalización de China en medio de un frenesí diplomático y castrense destinado a transmitir al ... mundo un mensaje contundente. Si en 2008, los Juegos Olímpicos de Beijing anunciaban el «regreso» de China, estas conmemoraciones y su contexto nos anuncian que ese retorno ha sido para quedarse y que, por tanto, aspira a que, en atención a lo que representa en los más diversos órdenes, se compartan con China las decisiones que afecten al sistema internacional en su conjunto y que peleará más activamente por hacer valer sus puntos de vista.

Publicidad

Un mensaje reforzado, primero con el encuentro ampliado de la Organización de Cooperación de Shanghai, y después con la exhibición de músculo militar en Tiananmen. China representa ya la mitad de todo el gasto militar en Asia y Oceanía, en un contexto de acelerado aumento de estas partidas en toda la región y en el mundo. En 2024, Japón, por ejemplo, incrementó el gasto militar en un 21 por ciento, el más alto a nivel anual desde 1952. No es baladí la invocación a la paz cuando diferendos serios, especialmente Taiwán o el Mar de China meridional, amenazan la estabilidad, con tantos intereses yuxtapuestos en disputa.

Xi anunció la Iniciativa de Gobernanza Global, que apunta a la corrección de lo que denomina «graves deficiencias» de las instituciones internacionales actuales: la subrepresentación de los países en desarrollo, la erosión de la autoridad de Naciones Unidas y del derecho internacional, y el reclamo de una mayor efectividad para superar la frustración, el vacío y hasta el enfado que provoca la generalización de la doble vara de medir y de la ley del más fuerte.

En los últimos años, China ha logrado dar forma a un marco propio donde se le reconoce un papel central. Para un grupo creciente de países, es más que un socio económico o un inversor anhelado. Y no es Rusia o Corea del Norte, es mucho más, países de los cinco continentes, muy heterogéneos, que van desde Brasil a Malasia o Sudáfrica, con diferentes intensidades en esa complicidad.

Publicidad

Por imperativos, en primer lugar económicos, China tiene la ambición, también quizá ya el poder, pero sobre todo la necesidad de participar en la definición de las nuevas reglas globales que deben gestionar todo lo emergente, desde los estándares tecnológicos a la gestión de recursos espaciales o la innovación verde. No se puede abordar todo esto marginando a la segunda potencia económica del mundo. Y es previsible que reaccione reafirmando con mayor contundencia el escrupuloso respeto de la igualdad soberana poniendo límites, por ejemplo, a esa dinámica ascendente que alarga el poder de algún estado incluso sobre empresas extranjeras que operan en terceros países.

China fue la primera potencia económica mundial durante unos 1.800 años, con altibajos, hasta que Occidente tomó la delantera en el siglo XIX. La realidad es que hoy es de nuevo un actor a tener en cuenta. Negar la existencia de nuevas realidades y alianzas con poder suficiente o rechazar de plano el establecimiento de un marco de intereses comunes desde el que negociar y en lugar de eso tratar de imponerse a la brava vía aranceles, gasto militar, etc., es una irresponsabilidad. Si la lectura que hacemos desde Occidente es que China plantea un desafío abierto a la hegemonía y que ese es el objetivo principal, podemos simplificar en demasía y errar en el juicio: hay voluntad de construir un orden alternativo, sí, inevitable, pero a través de la negociación y no de la confrontación.

Publicidad

Era solo cuestión de tiempo que China trasladase su poder económico a otras dimensiones del poder global. Occidente ya no es el arquitecto indiscutible del sistema global. Con EE UU en retirada simbólica y real, el espacio alternativo que China ha venido creando a través de la OCS, los BRICS, la Franja y la Ruta, etc., y la formulación de conceptos-guía que seducen a una buena parte de países del Sur Global muy desencantados con la actitud de las grandes potencias, tiene el campo abierto para expandirse.

El orden global actual está malherido, una circunstancia agravada por las erráticas decisiones de Donald Trump. La adaptación y reforma del sistema internacional debe partir de lo existente y anclarse en el estado de derecho, el diálogo y el multilateralismo. La paradoja es que EE UU se ha alejado de estos parámetros básicos. Es China, para sorpresa de muchos, quien recoge el testigo y se erige en defensor de un orden basado en reglas. Y puede encabezar iniciativas y cosechar apoyos entre quienes recelan del principio de la fuerza que EE UU ha convertido en estandarte de su praxis global.

Publicidad

El carácter «imparable» no es dogma de fe. El círculo de amigos exhibido se puede agrietar. China tiene aun muchos retos por delante para culminar la ansiada modernización, tanto internos como externos. Los riesgos son altos. Y nadie le perdonará un déficit de coherencia. Sean cuales sean sus próximos pasos, serán observados con lupa. Porque la verdad está en los hechos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad