Sobra integrismo y falta diálogo
El monolitismo personal solo se preocupa por mantener el poder
Los que eran adultos durante el Concilio Vaticano II recordarán que se hablaba, por muchas razones, del 'aggiornamento' de la Iglesia católica. Una de esas ... razones fue la incorporación de una ponencia que buscaba el diálogo entre marxistas y cristianos. A raíz de esa ponencia, el mundo intelectual dedicó gran atención a una nueva actitud para el diálogo que exigía cambios en determinadas concepciones monolíticas de la existencia y del pensamiento. La reflexión se extendió a otros ámbitos, por ejemplo, la política, donde se vio que si dos grupos con opción de gobierno admitiesen dialogar de verdad, y por tanto aceptar todo lo que lleva consigo ese diálogo, estaríamos en un cambio de dirección de la historia. La dificultad para que esto ocurra es grande.
Esto se debe a que cuando el diálogo se quiere establecer entre sistemas de pensamiento fuertemente orgánicos, con una 'fe' religiosa o laica, cada uno posee un integrismo que le hace difícil ponerse de acuerdo sobre determinados valores sin ponerse de acuerdo sobre los más fundamentales. Este integrismo se caracteriza por un monolitismo axiológico que prima a la institución sobre la persona. Aun así, a pesar de que este diálogo es difícil, puede llegar a producirse. En el Vaticano II, la Iglesia debilitó conscientemente su propio integrismo, para abrirse al diálogo con otras religiones u otras ideologías. En esa época lo mismo ocurrió con el marxismo en algunos lugares fuera de la Unión Soviética o China. Por ejemplo, en los X y XI congresos del Partido Comunista Italiano o en las conclusiones de la última sesión del comité central de 1968 del partido francés. Avances de este tipo permitieron consolidar la Unión Europea y, también, realizar la modélica Transición política en la España de 1975.
Pero existe otro tipo de integrismo mucho más negativo, el detentado en política por una sola persona. Este no está asociado a un monolitismo axiológico, basado en una esfera de valores aprobados por una colectividad, sino a un monolitismo personal que, en general, carece de valores. Un monolitismo que solo está preocupado por los medios que se deben utilizar para conseguir y mantener un poder personal. El integrista se vende a los ciudadanos diciendo que sus medidas y actuaciones representan el bien y la verdad frente a los que se oponen, que son el mal y el error. Critica en los demás lo que admite en el entorno que le apoya. Mantiene un triunfalismo del que se deriva el rechazo a toda autocrítica comunitaria y la canonización del hecho consumado. Con el integrista personal, debido a que carece de ideología, es imposible acordar una zona de valores comunes a ideologías opuestas.
Por ello, es estructuralmente imposible su diálogo con partidos u otras instituciones. Incluso, lo hace imposible si los demás superan su propio integrismo. Este integrismo, en muchos casos, se transforma en un totalitarismo que conduce a la intolerancia política, al rechazo del diálogo con las demás fuerzas del país, así como a la anulación, 'de facto', de derechos en los planos moral e intelectual, por ejemplo, la libertad.
En el mundo, desgraciadamente, existen muchos ejemplos de integristas personales que alcanzan el poder. Una mayoría llega al totalitarismo en función de la historia y de la situación social y cultural del país. A modo de ejemplo podemos citar, por estar en el candelero, a Vladímir Putin. Su última actuación es la invasión de Ucrania. Otro ejemplo es Venezuela, en donde se utiliza a una población, pobre y poco culta, para mantener un poder carente de ideología y que empobrece a los que le apoyan. Son dos ejemplos de totalitarismo donde existe falta de libertad, peligro físico real para los que se oponen y un alejamiento de lo que es una aspiración popular: el bienestar de todos los ciudadanos.
En España gobierna un integrista personal creando el sanchismo. Ha secuestrado un partido socialdemócrata, en el que se apoyó para llegar al poder. Es un ejemplo de integrismo personal no totalitario. Sus actuaciones coinciden plenamente con el patrón descrito. Solo citamos, por ilustrativos, dos ejemplos más. Los ministros, de él, están a su servicio, mientras que a los nombrados por sus socios de Gobierno se les tolera la crítica a las actuaciones del jefe, algo que no se admite de la oposición. Esto exige gobernar con trampas, mentiras e incongruencia. En definitiva, con falta de fiabilidad. Ha hecho imposible el diálogo con los partidos de la oposición y con los que le apoyan no hay diálogo, hay transacciones. Además admite de ellos incluso el insulto. Se juega al 'yo te doy a cambio de'.
En la UE hay más países gobernados por un integrista personal pero, debido a los socios de gobierno, España ha perdido peso en las decisiones de Europa y en el mundo. Además, en vez de afrontar las graves crisis que nos ha tocado vivir, dilapida la fortuna, en un momento de máxima recaudación, dejando a los pobres más pobres. Desgraciadamente, esta pauta de más integrismo y menos diálogo parece que seguirá hasta que se convoquen las próximas elecciones.
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