Rivalidad y mímesis en La Moncloa
Sánchez e Iglesias aspiran a la cima del poder en el Estado
La rivalidad y no la cohesión es la cualidad que mejor define al Gobierno de coalición de Sánchez e Iglesias. Rivalidad mimética, para ser más ... exactos. La del 'deseo mimético' es una idea brillante y poderosa que debemos al antropólogo e historiador René Girard. El 'deseo mimético' como categoría básica para comprender las relaciones interpersonales e intergrupales, en las que la envidia juega un papel decisivo, es un instrumento útil y funcional en política. Frente a la concepción determinista de la historia basada en las condiciones materiales o los ciclos temporales, es hora de reivindicar el influjo de las pasiones y los individuos en el devenir de la Historia. La teoría de René Girard ha tenido su aplicación más feliz en el campo de la crítica literaria y en el ámbito de la antropología de las religiones, pero posee una gran virtualidad si lo aplicamos a la política. Al fin y al cabo, la política posmoderna tiene mucho de relato y de religión.
Aunque parezca mentira, el Gobierno 'progresista' de Sánchez e Iglesias tan solo tiene un año pero se nos antoja rancio, debido a las estridencias populistas y a la fatiga de materiales que su arquitectura presenta. Visto desde fuera, el Ejecutivo de coalición ha materializado las peores pesadillas de Pedro Sánchez, cuando en las elecciones descartaba un acuerdo de gobierno con Unidas Podemos. A tenor de los últimos sondeos, parece ser que al PSOE le va bien y aguanta, mientras que UP retrocede bastante. Está hipotética pérdida de votos está, sin embargo, en franca contradicción con el poder que Iglesias exhibe y ostenta. El deseo mimético equipara a Sánchez e Iglesias y los sitúa en un plano de igualdad. Igualdad en el deseo y equidad en la demasía de sus ambiciones. Puestos a desear, ambos ambicionan ostentar el máximo poder del Estado.
No pasa un día sin que Iglesias compita con Sánchez en protagonismo y trate de capitalizar los modestos éxitos del Gobierno, sin que ninguno de sus muchos fracasos le afecte. Iglesias, por ejemplo, es el responsable último de las residencias de ancianos, pero actúa como si los miles de residentes fallecidos por la pandemia nada tuvieran que ver con él. Iglesias va a lo suyo y lo suyo es competir con Sánchez. Diríase que el líder de UP es más un copresidente que un vicepresidente. La bicefalia que tanto temía Sánchez es hoy una realidad que Iglesias trata de escenificar de manera resuelta y explícita. Lo peor de todo es que el Gobierno resultante es un trampantojo que solo aguanta a golpe de propaganda, retórica y ritual sectario. Del relato se ocupa el excelente propagandista Iván Redondo y la religión se materializa en la ritualización de los dogmas del 'progresismo' y su pulsión sectaria: todo aquel que critique al Gobierno progresista es reo de fascismo.
La rivalidad que enfrenta a Pedro y Pablo supone, desde la teoría del deseo mimético de Girard, el enfrentamiento de dos ambiciones de poder, que pugnan por la primacía, aun a costa del sacrificio del antagonista. Es obvio que Pedro y Pablo se necesitan mutuamente, pero dicha necesidad se halla definida por la bipolaridad del afecto y del odio. Son patentes las manifestaciones de afecto mutuo mediante abrazos espectaculares y gestos de complicidad que se prodigan, pero René Girard ya nos adelantó que en la rivalidad mimética tanto el odio como el amor son las dos caras de la mímesis. En política es imposible la coexistencia pacífica de dos ambiciones desbocadas que aspiran a una misma meta. La meta suele venir prefijada por un modelo que ambos contendientes aspiran a emular. El modelo en el caso de Pedro y Pablo no es otro que el Rey.
Lo digan o no, tanto Sánchez como Iglesias aspiran a alcanzar la cima del poder en el Estado. Una cima que hoy por hoy ostenta el Rey Felipe VI. Desde la óptica de la teoría del deseo mimético, es una evidencia que el actual presidente ha tratado de socavar y reducir el papel institucional del monarca, así como es obvia la labor de zapa antimonárquica del líder de Podemos. Ambos quisieran sustituir al Rey y figurar en la cabeza del Estado, pero para ello no les cabe otro recurso que el de presidir la república de sus sueños.
El triángulo perfecto que configura el deseo mimético, según Girard, estaría, en nuestro caso, conformado por los dos 'deseantes' Pedro y Pablo, mediatizados por el Rey, que ejerce de modelo a emular. Este esquema puede parecer frívolo o diletante, pero tiene la virtud de explicar y esclarecer el juego de pasiones miméticas que tiene en vilo a España.
Una España sumida en una crisis de indiferenciación económica, social, cultural y política; una crisis que Girard denominaba 'crisis of degree' y que nosotros podemos traducir como crisis de la jerarquía o también como crisis del orden diferencial. La política española ha regresado a la 'guerra de todos contra todos' de Hobbes, en virtud de la rivalidad y del deseo mimético de dos ambiciones tóxicas. La república con la que algunos sueñan no es sino el horizonte del deseo mimético de dos personalidades narcisistas: Pedro y Pablo.
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