La lógica extraña del Papa
A Francisco le preocupan las iglesias cristianas en Irak. Su encuentro con el ayatolá Sistani tiene un efecto incalculable para acercar a las comunidades
El viaje del Papa Francisco era sumamente arriesgado. Los cálculos políticos al uso lo desaconsejaban. Los atentados, la falta de seguridad, la pandemia, los terroristas ' ... durmientes' del Estado Islámico... Además el acercamiento a los chiíes, que tienen su centro en Irán, podía sentar muy mal a Estados Unidos y no digamos nada a Israel. Francisco arriesgó mucho y ha dejado bien claro que no se mueve por la lógica inmediatista del poder político, que intoxica los informativos y nuestra cultura. Este Papa va a las periferias, a los lugares de conflicto y sufrimiento. Irak es un país desecho tras la invasión norteamericana de 2003 y la implantación posterior del Estado Islámico con un terrorismo fanático hasta el extremo, que convulsionó todo el Medio Oriente, dejando enfrentados en situación prebélica a dos estados armados hasta los dientes y teocráticos, aunque de forma diferente: Irán e Israel.
La lógica de Francisco es la de la espiritualidad religiosa como fuerza histórica. En su viaje ha buscado el contacto con un pueblo que se siente olvidado por todos y que ha valorado este gesto como nosotros no podemos imaginar. Naturalmente le preocupa la situación crítica de las iglesias cristianas, las de orígenes más antiguos, se ha solidarizado con los cristianos, les ha animado a permanecer en su tierra, a perdonar, a ser fermento de paz. Francisco quiso acercarse, escuchar, solidarizarse, llevar esperanza. Es muy significativo que en la mayoría de los actos tuviese un lugar destacado el testimonio de las víctimas. La palabras del Papa tenían una resonancia enorme por su contenido y por el lugar donde las decía: en Mosul entre las ruinas de iglesias y mezquitas; en Bagdad en la catedral donde hacía poco habían sido asesinadas 50 personas en un atentado terrorista; en el descampado de Ur, junto a las excavaciones arqueológicas, que hablan de Abraham, el patriarca para judíos, cristianos y musulmanes.
Ante la adversidad hay dos alternativas: huir o sacar la espada como Pedro en Getsemaní. Pero así no se resuelve nada. «Jesús cambió la historia con la humilde fuerza del amor, con su testimonio paciente. Esto es lo que estamos llamados a hacer». Añadió: «Es cruel que este país, cuna de la civilización, haya sido golpeado por una tempestad tan inhumana (...). Hoy, a pesar de todo, reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fraticidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra».
El Papa buscaba también un acercamiento al islam, tarea en la que se empeña con constancia e inteligencia, buscando el encuentro con sus tradiciones religiosas profundas, eludiendo los tutelajes políticos poderosos y corruptos. El encuentro con el ayatolá Al-Sistani, máxima autoridad del chiísmo en Irak, marcó un hito con su austera solemnidad. El Papa, ateniéndose al uso, entró descalzo y el anciano ayatolá, rompiendo su costumbre, se puso de pie para mostrar su hospitalidad y respeto a quien venía a visitarlo a su humilde apartamento. La imagen de ambos líderes religiosos juntos tiene un efecto incalculable para destruir prejuicios y acercar a las comunidades en Irak y más allá de sus fronteras.
Este paso del Papa venía precedido por el encuentro con el imán Ahmed al Tayeb de la mezquita Al-Azhar de El Cairo, máxima autoridad de la otra rama del islam, la suní, la mayoritaria, con quien firmó en Abu Dabi, en febrero de 2019, la Declaración de la Fraternidad Humana. La oración ecuménica de Ur estaba presidida por la frase evangélica «Todos sois hermanos». La fraternidad universal puede ser aceptada como un ideal laico, sin duda. Lo que hace Francisco, y pone de manifiesto en sus declaraciones con los otros líderes religiosos, es que si la fraternidad hunde sus raíces en la experiencia de Dios adquiere una fuerza y hondura capaz de transformar cada persona y a la sociedad. Se reivindica lo religioso como una experiencia que une, que transforma, como fuerza fraternizadora. Esto es previo y más hondo que las proyecciones ideológicas y las adscripciones confesionales. Tiene consecuencias ecuménicas y para el diálogo de las religiones, pero también las tiene geopolíticas.
Y bien se encarga Francisco de sacarlas a la luz, por ejemplo en su reciente encíclica 'Fratelli Tutti'. (Por cierto, la positiva valoración que ha hecho Biden del viaje presagia un cambio de la política norteamericana con Irán). En el diálogo con los periodistas en el avión al regreso, el Papa ha dicho que algunos le consideran un hereje, pero que él tenía que afrontar este riesgo. Es consciente de que en la misma Iglesia católica hay quienes piensan que sus actitudes son impropias de su dignidad y que sus relaciones con otras tradiciones religiosas, que sitúa a un nivel espiritual más que diplomático, resquebrajan la identidad católica. El Evangelio rompe la lógica de los poderes establecidos.
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