Más fronteras y confinamientos
No resulta tolerable otorgar sello de normalidad a la vulneración sistemática de los derechos de los inmigrantes llegados a Canarias
Parece que la situación de los emigrantes en Canarias -miles de emigrantes subsaharianos confinados en la isla Gran Canaria- se ha solucionado. Como no hay ... conflictos -los emigrantes han dejado de quejarse (no faltaba más) y los grupos racistas de las islas han dejado, de momento, de atacarles- el asunto se ha 'normalizado'. Por tanto el problema ya no existe
Resulta insoportable esta creciente práctica y cultura de la normalización. Hay que seguir denunciando lo que ocurre en Canarias. Lo que implica y lo que va a suponer en el futuro. No resulta tolerable otorgar sello de normalidad a la vulneración sistemática de los derechos humanos.
Recordemos los datos. Durante el año pasado, decenas de miles de emigrantes -los que sobrevivieron al naufragio y la muerte- entraron en Canarias. Marroquíes, malienses, guineanos, senegaleses, entre otros. Más del 20%, menores y mujeres. Hoy, en Canarias hay más de 2.700 niños provenientes de estos desembarcos. La situación de estos emigrantes es la de confinamiento y detención simultáneos. Están confinados en diferentes campamentos y, en la medida en que no pueden salir de los mismos y por supuesto mucho menos abandonar la isla -para ellos hay frontera con España-, están detenidos. No puede salir. No pueden ejercer su derecho a trasladarse, a irse a vivir al resto de España y de Europa. El Gobierno es el responsable de esta situación de permanente confinamiento y de las lamentables condiciones de vida en las que están estos emigrantes.
Pero, además, hay otros grupos que están haciendo esta situación más dura todavía. El racismo ha mostrado su cara en Canarias. Se han dado manifestaciones y actos de violencia racistas contra los emigrantes en la isla y en los centros de confinamiento, conocidos también como 'centros de acogida'.
Lo que está ocurriendo en Canarias es un ejemplo más de lo que está ocurriendo en el mundo respecto a la cuestión de la migración. De entrada no conviene olvidar quiénes son, en última instancia, los responsables de las crisis y miserias de los países de origen que obligan a emigrar. Las políticas económicas, financieras y hoy sanitarias lideradas por gobiernos y multinacionales del Norte agravan cada vez más la situación, siendo las causantes principales de esta necesidad de huir de sus tierras
Son los mismos países que hoy aplican la política de contención de migraciones tanto dentro como fuera del territorio europeo. Canarias es un caso más. En estos últimos 20 años estos espacios de contención crecen. Algunos son especialmente visibles. Lampedusa, islas griegas, regiones en el sur de Italia, Balcanes, Ceuta y Melilla, Marruecos, Egipto, etcétera. El escenario común es el de cierre: Impedir la entrada, establecer confinamientos donde cada vez resulta más imposible sobrevivir y así obligarles a volver a sus lugares de origen o directamente reenviarlos a sus países.
El crecimiento de la emigración hacia Canarias se ha debido en esta línea al progresivo cierre de otros puntos de acceso, así como a las brutales condiciones de las rutas de acceso hacia las costas del norte de África. Les ha resultado más fácil acceder a los migrantes subsaharianos y también a los marroquíes a las costas frente a las Canarias. Sin embargo, si estas llegadas han sido más tolerables, no sólo la navegación con cientos de muertos sino, sobre todo, el establecimiento de un espacio de cierre y confinamiento han reproducido en Canarias las imposibles condiciones de acceso a Europa.
Tiene que transformase la política migrante europea de la que Canarias es una expresión más. El Gobierno español debe, por un lado, impulsar la transformación de esta política en las instituciones europeas correspondientes y, en última instancia, mientras no se logre, establecer mecanismos propios -los tiene- para lograr una creciente movilidad de estos emigrantes. Conviene recordarle al Ejecutivo que la vulneración de derechos humanos no desaparece por que tenga un apoyo legal de instituciones comunitarias.
Además el racismo creciente -y no sólo en Canarias- incrementa el desasosiego que produce esta injusta situación. Desde esta perspectiva, también las instituciones políticas deben establecer un combate sobre todo cultural (pero no sólo) frente a este creciente racismo. Y no caer en la falacia de justificar su política de confinamiento, exclusión y expulsión de los emigrantes por un 'apoyo popular'.
Apoyo popular es lo que necesitan hoy los inmigrantes. Por eso hay que estar en actos y manifestaciones a favor de que puedan ejercer sus derechos al igual que todos nosotros.
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