Rafael Aguirre hizo una excelente síntesis de la última encíclica del Papa Francisco ('Fratelli tutti') en este periódico. Terminaba el artículo diciendo que no debe ... extrañar que granjee oposición en sectores políticos y financieros muy poderosos. Sobre los comentarios a la encíclica hay algo que reseñar. Mientras que en los medios de comunicación escritos los comentarios son serios, en los medios audiovisuales los comentaristas, mayoritariamente, demuestran que no la han leído. Algo muy español. Esto les ocurre a algunos políticos que dicen que justifica sus actuaciones. Rafael Aguirre dice que es una referencia de máxima importancia, por encima de fronteras e ideologías. Así, por ejemplo, el capítulo séptimo, 'Caminos de reencuentro', permite una aplicación directa a las secuelas, aún sin cerrar, del problema terrorista en el País Vasco. La encíclica sugiere que para cicatrizar las heridas se necesitan artesanos de paz, no políticos ni intermediarios. Hombres de buena voluntad capaces de generar procesos de sanación y reencuentro. Las líneas que siguen están entresacadas de 'Fratelli tutti'.
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Indica que el terrorismo es una de las principales amenazas a la paz. Demuestra hasta dónde puede llegar la maldad del hombre cuando, alimentada por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona, la cual merece respeto absoluto, con independencia del pueblo al que pertenece, la religión que profesa o el trabajo que realiza. La encíclica recuerda que Jesús nunca invitó a fomentar la violencia y la intolerancia. Él mismo condenaba abiertamente el uso de la fuerza para imponerse a los demás.
Hay quien opina que la Iglesia vasca no fue suficientemente clara y rotunda, olvidando que es la única institución que pidió perdón. Su última actuación (EL CORREO, 31-10-2020) no deja dudas. El fin de las acciones terroristas fue el primer paso para el reencuentro. El siguiente paso es la petición del perdón, perdonar y, por parte de las administraciones, resarcir a las víctimas.
En este segundo paso no se puede confundir perdón con impunidad. En el Nuevo Testamento se reconoce la necesidad de que las autoridades impongan penas a los que obran el mal. Así, la vida estructurada en torno a comunidades organizadas necesita normas de convivencia, cuya libre violación requiere una respuesta adecuada. La autoridad pública legítima puede y debe dictaminar penas proporcionales a la gravedad de los delitos. Para ello «se debe garantizar un poder judicial con la independencia necesaria en el ámbito de la ley».
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Ahora bien, el camino hacia el reencuentro se allana, notablemente, con la petición del perdón por parte del entorno de los torturadores. Pero aquí surge un problema. Ese entorno no quiere hablar de reencuentro y perdón porque entiende que, con ello, dejaría de justificar lo que llama «conflicto» y la violencia que generó. No se trata de un perdón con renuncia a sus propios derechos, ante alguien que degrade su propia dignidad. Es ante sus propias víctimas. Es, en definitiva, ver a las víctimas con los mismos ojos con los que ese entorno ve a sus hijos, padres o hermanos. No deben olvidar, y esto se extiende a los políticos, que la paz no solo es la ausencia de violencia: es reconocer, garantizar y reconstruir la dignidad de las víctimas.
Por el camino, además de las víctimas y los torturadores, ha habido, y hay, otros implicados. Los que, más o menos, han alentado movilizaciones ciudadanas (alguien mueve el árbol y nosotros cogemos los frutos) percibidas como apropiaciones a favor de intereses particulares. Además, están todos los que por omisión han aceptado las acciones (algo habrá hecho; si no está a gusto, váyase, etcétera) y la exclusión de una parte de los ciudadanos. Por último, las acciones de celebración de la vuelta del 'héroe' tampoco ayudan a ese reencuentro. En este sentido, el Papa en la encíclica esboza una oración: «Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres (…). ¡Nunca más Señor, nunca más!»
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En el camino para la paz, la verdad es una compañera inseparable de la justicia y la misericordia. Son precisamente las tres las que conducen al reencuentro y al perdón. El Papa dice: «No se puede caer en la tentación de dar vuelta a la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió (...). ¡No, por Dios!. Nunca se avanza sin una memoria integra y luminosa. Lo necesitan la sociedad y las mismas víctimas».
Por eso el reencuentro es imposible si se intentan cerrar por decreto las heridas de las víctimas y cubrir la injusticias con un manto de olvido. Algo que algunos gobernantes y partidos quieren que ocurra. Pero no deben olvidar que en el Nuevo Testamento también se dice que «en el ámbito estrictamente personal, con una decisión libre y generosa, alguien puede renunciar a exigir un castigo, aunque la sociedad y su justicia, legítimamente, lo deben buscar». Este entresacado de 'Fratelli tutti' creo que refleja la posición de la Iglesia: puede ayudar a perdonar, pero no a olvidar.
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