El fascismo como tigre de papel
La izquierda en pleno suscribe la teoría de que la derecha es fascista
Pablo Iglesias asimila la derecha al fascismo, mientras Marlasca fulmina a la «derecha criminal» del PP y el prudente profesor Gabilondo dictamina que lo que ... está en juego es su democracia o el fascismo. Mao Zedong solía utilizar la expresión 'tigre de papel' para describir un peligro aparente que en realidad era una entelequia de papel incapaz de resistir el viento y la lluvia. Los tigres de papel poseen una doble función y la primera es la de quitar importancia a un peligro real, pero también sirven para polarizar y crear tensión mediante la creación de una ficción terrible que en realidad carece de peligro. El fascismo se ha convertido en tigre de papel y lo ha hecho para asustar y tensionar a una sociedad crédula y medrosa. La izquierda ha convertido a Vox en la punta de lanza del fascismo y, por extensión, toda la derecha española es objeto de demonización, como si fuera la reencarnación del franquismo.
La exhibición de tigres de papel por parte de la izquierda no dejaría de ser una broma pueril si solo fuera una ensoñación de la ultraizquierda podemita, pero las cosas cambian cuando es la izquierda en pleno la que suscribe la aberrante teoría de que la derecha española es fascista o franquista. Mal han de estar las cosas en los cuarteles de la izquierda madrileña para tener que inventarse un trampantojo político tan manido como falso. Exhibir el fantasma del fascismo para agrupar a la izquierda en torno al lema guerracivilista del 'no pasarán' de Dolores Ibarruri es tan triste como mendaz La consigna que la Pasionaria popularizó era una consigna de guerra. Volver a esgrimir el peligro fascista en la España actual es, además de extemporáneo, una grave equivocación política que desbarata uno de los logros más importantes de nuestra democracia, la explícita concordia entre distintos y la asunción de la pluralidad política. El marco constitucional, en definitiva.
Cada vez es más evidente que en el socialismo español se ha operado una ruptura, entre quienes protagonizaron la transición y la consolidación democrática con el ingreso en la OTAN y en Europa y estos nuevos socialistas que cuestionan el marco constitucional, socavan la división de poderes y apelan a la demagogia populista para mantenerse en el poder. Es obvio que ha habido un deslizamiento desde el socialismo que encabezó Felipe González a este otro conocido como socialismo sanchista.
El punto de inflexión de la deriva desde la socialdemocracia liberal al socialismo iliberal lo marcó Rodríguez Zapatero con su Ley de memoria histórica, que revisaba el relato histórico que sostenía el régimen constitucional de 1978. En la famosa y espontanea confidencia hecha a Iñaki Gabilondo, «Nos conviene que haya tensión», concentraba la esencia de su política. Aquellas palabras de Zapatero las ha convertido Sánchez en santo y seña de su política actual. Una política marcada por el resentimiento y la polarización que, con ocasión de la campaña de las elecciones madrileñas, se ha manifestado en toda su obscena crudeza.
La socialdemocracia tal como se instauró en España en la época de los gobiernos de Felipe González era heredera del espíritu de concordia que presidió la Europa de la posguerra. Aquella socialdemocracia, que acaso murió de éxito, era un híbrido que materializaba lo mejor del socialismo liberal y de la democracia cristiana. Europa se hizo socialdemócrata para construir su Unión. Tras la caída del Muro de Berlín una cierta confusión se apoderó de la izquierda europea que optó por suscribir toda suerte de causas identitarias y morales ante la ruina del socialismo 'real'. Las ideologías del resentimiento ocuparon el territorio de las ideologías de la concordia y del pacto.
España, pese a algunos nietos que pretenden corregir a sus abuelos, anduvo de manera temprana el camino de la reconciliación. Fueron Indalecio Prieto y Santiago Carrillo quienes comenzaron a pasar página del desastre histórico que representó la Guerra Civil. En 1956 el Partido Comunista comenzó a auspiciar la reconciliación nacional que tardaría veinte años en materializarse. Los neocomunistas de Pablo Iglesias han enterrado al mejor PCE para retornar al 'no pasarán' de la Pasionaria. Como los cangrejos, caminan en la historia hacia atrás.
En el libro autobiográfico que Pedro Sánchez publicó nada más acceder al poder hay un párrafo que retrata al personaje y su ideología: «Como muchas víctimas del franquismo, a mis abuelos se les negó el acceso a un derecho fundamental, aprender a leer y a escribir, a disfrutar de un buen libro o escribir una postal de Navidad a sus nietos. Esa herida me hizo afiliarme al Partido Socialista, esa herida de la generación de mis abuelos». Los abuelos de nuestro presidente eran analfabetos y esa es la razón de la impugnación de Sánchez al franquismo y a todo cuanto se asemeje a él. No cabe mayor ni mejor constatación de lo que es una ideología del resentimiento. Incluso el analfabetismo puede convertirse en un tigre de papel.
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