El virus de la ineptitud
Es curioso cómo, a lo largo de los años, los políticos han mostrado una tenacidad extenuante en su comportamiento. Belicosos, maestros en la desautorización del ... adversario, incansables en la estupidez y con una mala baba incalificable. Este fenómeno, al que no dimos la importancia que merecía, y derivado de los premios que los partidos dan a sus militantes, ha instalado una dinámica perversa, más propia de una agencia de colocación sin escrúpulos que de su cometido, el bien común. Un virus les convierte en púgiles de barrio apartado, para lo que no hace falta más que las cuatro reglas que necesita la necedad y el culto al líder, ya sea de derechas o izquierdas.
El caso es que les inviste de un ego de cartón piedra que queda al descubierto cada vez que hay una adversidad a la que enfrentarse. Es entonces cuando su ineptitud queda manifiesta y ya se sabe que, si el agua o el fuego te alcanzan, lo fatal es estar rodeado de tontos con cargos y responsabilidades. La pandemia, la dana o los incendios nos revelan la cruda verdad: en los partidos abundan los inútiles, sin formación, tuiteros de partida de dominó que quedan al descubierto cuando se necesita el sentido común.
¿Cómo arreglar este pensionado consentido? No lo sé. Casi todos los organismos decisorios están en sus manos o en las de los cientos de asesores que necesitan. Mi confianza está depositada en la prensa, en la buena prensa independiente que se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Lo de la 'lista de pirómanos' no lo veo claro, pero la de ineptos urge. Para este viaje no se necesitaban alforjas.
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