Foto de familia de la reunión de líderes en Londres. EFE

El legado de Ucrania para la defensa europea

La UE debe dejar de eternizar sus decisiones y no solo gastar más, sino de forma coordinada y en las empresas propias

Miércoles, 5 de marzo 2025, 00:04

Se han cumplido tres años de la invasión rusa y conviene revisar lo que ha pasado, lo que pasa y lo que puede pasar, sobre ... todo tras el altercado en la Casa Blanca. Empecemos por el origen del lío: Putin recela de la ampliación de la OTAN hacia el Este y al percibir la sintonía entre Kiev y Bruselas, invade Crimea en 2014. Después de la espantada estadounidense en Afganistán, trata de invadir Ucrania entera en 2022. Cuando parecía un asunto rápido, la población resiste y Occidente la apoya.

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Tres años más tarde, la guerra apunta a un empate, pero solo Rusia tiene personas y armas para seguir. Se evidencia la dependencia europea del gas ruso y la fragilidad de su apuesta verde. Occidente no se ve respaldado en la ONU y nadie explica la ineficacia de sus sanciones a Rusia, que crece estos años más que la propia UE. El cansancio general parece llevarnos a una 'paz por territorios', sobre todo con la llegada de Trump, que convoca, sin Ucrania, la reunión saudí, donde compra la doctrina rusa que niega la invasión y censura al invadido.

Trump busca una paz rápida y la resistencia del ucraniano le molesta, por lo que le descalifica. Hace seis meses, un solitario Zelenski, deseoso de acercarse a EE UU, le ofrecía sus 'tierras raras' a cambio de seguridad. El americano recoge la oferta, pero la invierte: minerales a cambio de reconstrucción, quedándose con la mitad del beneficio de la explotación. Dos posturas diferentes, que se encontrarán más tarde en Washington, con resultado conocido. Trump anuncia ahora además la suspensión de la ayuda militar a Ucrania.

Mientras tanto, la UE se reúne en Kiev en apoyo de Zelenski, a quien Macron trata de defender en Washington, donde hace la escena del sofá, carantoñas incluidas, para rebajar la tensión. Trump gana su primer dividendo, al escuchar la promesa de que la UE se ocuparía y pagaría su defensa, mientras él espera cerrar un acuerdo de minerales y una paz decorosa, con tropa europea encargada de defenderla. Con estos antecedentes llega la reunión de la Casa Blanca, que se tensa cuando Zelenski pide garantías y Vance le da lecciones de diplomacia, lo que irrita al ucraniano, que responde recordando sus años de estéril diplomacia ante un Putin que no es de fiar; lo que también acabará afectando, dice, a EE UU.

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El comentario enciende a Trump, que le recrimina su ingratitud. A partir de aquí, sube el volumen y todo es emocional, con el magnate advirtiendo a su oponente de que no tiene cartas para jugar y endosándole la responsabilidad en una eventual guerra mundial. Poco después se invita a Ucrania a retirarse, sin haber firmado el contrato. Más tarde, ambos rebajan la presión en sus mensajes. Trump dice que Zelenski no está preparado para la paz y este, conciliador, agradece el apoyo americano y cree que el acuerdo aún puede salvarse.

El insólito rifirrafe televisado pone los pelos de punta y nos sitúa ante un nuevo marco, que cuestiona el futuro de la alianza occidental, OTAN incluida. Puede ser que Washington, que prima el Pacífico sobre el Atlántico, haya elegido, tácticamente, a Putin, porque considera Europa una carga sin beneficio mientras que alinearse con Rusia le puede dar dos ventajas: moderar la unidad entre chinos y rusos y explorar la cooperación en el Ártico, como le ha sugerido el viejo zorro Serguéi Lavrov en la reunión saudí.

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Hoy, más que nunca, conviene recordar el discurso de Macron en la Sorbona en 2024, en favor de la autonomía estratégica europea, ofreciendo la cobertura de su arma nuclear y alentando una posición propia en defensa, industria y tecnología para evitar depender de los demás. Su propuesta, entonces ignorada por Scholz, parece contar con el apoyo de su sucesor, Friedrich Merz, y del británico Starmer. No es solo gastar más, sino hacerlo de forma coordinada y comprando a la empresa propia, lo que la Bolsa descuenta con la subida de sus acciones.

En Londres, los líderes europeos y Canadá prometen defender a Ucrania pero buscan mantener el apoyo americano, porque hoy carecen de capacidad militar para llenar su vacío. Por eso, su plan, con fisuras entre Starmer y Macron, requiere de EE UU. Pronto vendrá la próxima reunión de la OTAN, donde Ucrania no entrará, lo que forzará a la UE a admitirla en su club. Con o sin ampliación, la gobernanza europea deberá cambiar porque las decisiones se eternizan y los problemas vuelan. Fue Draghi, otra vez, el que puso el dedo en la llaga al afirmar que el gran arancel no es el americano, sino la ausencia de un auténtico mercado único. Y, en el corazón de Europa, Berlín, donde Merz hereda un Estado en crisis porque muchos ciudadanos piensan que no funciona. Necesitamos una Alemania que lidere, pero es probable que empiece con sus reformas internas para luego exigirlas a sus socios. Es parte del problema y quizás de la solución. Vienen tiempos de cambio, donde las cositas pequeñas quedarán arrumbadas por las grandes decisiones.

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