Un 14-F controvertido e incierto
Cataluña necesita un Gobierno con una mayoría transversal que aporte una estabilidad inexistente desde el arranque del 'procès'
Todas las elecciones tienen características propias que las distinguen de las demás; bien sea por la particular coyuntura en la que tienen lugar, por los ... cambios experimentados en el mapa político, por la aparición de hechos inesperados que crean situaciones nuevas o por una combinación de todos o algunos de estos factores. Las autonómicas catalanas del próximo domingo presentan, sin duda, características muy especiales que las diferencian claramente de cualquier otra cita en esa comunidad, que no han sido pocas en esta última década. Empezando por el hecho insólito de que, una vez convocadas por imperativo legal al agotarse el plazo previsto en la ley para designar al nuevo presidente de la Generalitat como consecuencia de la inhabilitación de Quim Torra, eran desconvocadas pocos días después por decreto del mismo Govern que acababa de convocarlas. Y, a continuación, reconvocadas de nuevo mediante decisión del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en la fecha prevista inicialmente del 14 de febrero. Pocas veces un llamamiento a las urnas ha sido tan controvertido y accidentado.
Los comicios habían sido anunciados ya hace ahora un año, cuando Torra declaró públicamente que la legislatura estaba agotada y que se convocarían una vez tramitados los Presupuestos. Pero a diferencia de Galicia y Euskadi, que también tenían prevista la realización de elecciones para la primavera de 2020, aunque como consecuencia del estallido de la pandemia fueron aplazadas hasta julio, en Cataluña, por el contrario: por no convocarlas ni en el verano, aprovechando la remisión temporal de la pandemia, ni tampoco con el inicio del nuevo curso. Un retraso voluntario sin que hubiese ningún condicionante que obligase a ello hasta el momento actual.
Zanjada definitivamente la cuestión y en medio ya de la campaña, es preciso constatar, antes de nada, las muy especiales circunstancias en las que ésta se desarrolla por el virus, lo que le confiere unos rasgos distintivos que la diferencian sensiblemente de todas las celebradas hasta la fecha. Pero además de este factor, que no cabe ignorar ya que incide de forma determinante en el proceso electoral en curso, es preciso hacer una referencia al nuevo escenario que, por incierto que se presente en el momento actual, va a abrirse previsiblemente tras estas atípicas elecciones y que ya se está prefigurando, en buena medida, en los términos en los que viene desarrollandose la campaña.
En este sentido, y a la vista del mapa político catalán que se ha configurado en la última década al compás del 'procès', muy distinto del existente con anterioridad, cabe destacar la dificultad para consolidar una mayoría parlamentaria estable que garantice la continuidad del Govern durante de toda la legislatura. Ha sido ésta una asignatura pendiente tras las sucesivas elecciones de 2010, 2012, 2015 y 2017, en las que no se pudo completar el mandato previsto de cuatro años. Esta cuestión debería ser tenida en cuenta por el conjunto de las formaciones que concurren el 14-F.
Hay que partir del hecho de que, con un Parlamento caracterizado por un acusado y creciente multipartidismo -nueve grupos se prevé que estén representados en él tras los comicios del domingo-, los acuerdos entre las fuerzas políticas no son una opción entre otras posibles, sino obligados. Y en un marco multipartito como el existente en Cataluña actualmente, la cuestión clave no es quién tiene más votos o escaños -que también lo es- sino quién(es) puede(n) alcanzar pactos para articular una mayoría parlamentaria estable y coherente; y, lo más importante, sobre qué bases programáticas se conforma esa mayoría plural -y sería de desear transversal- que es la que va a garantizar la continuidad y la operatividad del Govern durante la legislatura. Es ésta una cuestión sobre la que las formaciones políticas deben contrastar sus posiciones y definir la propia, lo que siempre será más esclarecedor que la reiteración insistente sobre con quién no se va a acordar nada, ni en el Govern ni en el Parlament, que es lo que viene marcando la tónica dominante en esta campaña electoral.
No hay que olvidar que al día siguiente del 14-F hay que gestionar los resultados que salgan de las urnas, lo que es más decisivo que la contabilización de los votos conseguidos por cada sigla. Con el mismo reparto de los votos, según cómo se gestione y las mayorías que se formen, los escenarios resultantes, hoy por hoy inciertos, puede ser completamente distintos e incluso dar lugar a situaciones de signo opuesto. Conviene tenerlo en cuenta porque más importante que los votos obtenidos es saber qué se va a hacer con ellos al dia siguiente y, sobre todo, cómo van a ser administrados para asentar una legislatura algo más fructífera que las que se han venido sucediendo a lo largo del 'procès'.
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