Rescate 'versus' elecciones
El presidente tendrá que ir con las orejas gachas a pedir ayuda a los países del norte. Agobiado por la que se le viene encima, justificará la llamada a las urnas
La crisis sanitaria de la primera oleada del SARS-CoV-2 , con sus luces y sus sombras, va decreciendo. Además, el tratamiento clínico de la ... enfermedad sigue mejorando. Si ahora se evita una infección masiva de los mayores, los hospitales no se colapsarán y el número de fallecidos tenderá a cero. El estado de alarma, por haber reaccionado tarde, era necesario. Pero su gestión ha dejado mucho que desear y su utilización para batallas políticas, no sanitarias, ha sido por lo menos inmoral. Ahora viene la segunda parte: el drama económico y social.
El Gobierno, bajo la presión de quien sea y buscando mantener una imagen electoral, decidió, sin ningún tipo de plan ni programa, ir gastando el dinero que quedaba en el cajón. Hace lo mismo que un padre de familia -por ejemplo, jugador- que gasta más de lo que puede adquiriendo deudas que no va a poder pagar. Al final deja a la familia en la indigencia. Comportamiento que, además de grave, pasa a ser obsceno cuando una parte importante del dinero del cajón lo aportaba su mujer. En el caso de España lo aportan los españoles.
¿Qué pasará cuando en el cajón de los españoles el Gobierno no encuentre dinero para pagar las nóminas de los funcionarios, las pensiones...? En ese momento tendrá que ir con las orejas gachas a pedir ayuda a los países del norte. Para evitar la destrucción de Europa, acabarán diciendo sí, pero impondrán sus condiciones: un rescate. Ya sabemos lo que significa. Ese día el presidente podría optar por un discurso triunfalista diciendo: para salvar España y por el futuro de nuestros nietos, haremos todos un gran sacrificio bajando nuestra capacidad de gasto entre un 15% y un 25%. Estén seguros de que con este sacrificio nuestros nietos nos recordarán como una generación extraordinaria. Incluso nos harán algún que otro monumento.
Sin embargo, existe otra opción que parece más realista. Cuando llegue ese momento, a más tardar diciembre-enero, agobiado por la que le viene encima, su discurso estará dedicado a justificar la convocatoria de elecciones. La fecha dependerá de la crudeza de la segunda oleada de la pandemia. Lo más grave de esta situación es que, en ese momento, España estará en quiebra técnica.
La responsabilidad de llegar a esta dramática situación no la tiene solo el SARS-CoV-2. La tienen, entre otros, los que conociendo la mediocridad del Gobierno que se formaba le dieron su apoyo. Sin embargo, en este caso las elecciones, como ocurrió en el pasado, no van a resolver el problema. Las previsiones de voto dicen que ningún partido va a tener la fuerza necesaria y seguiremos con mayorías débiles. Puede que invertidas. Puede que no. Por tanto la única solución vuelve a ser un pacto de colaboración entre los dos partidos mayoritarios. Eso sí, ampliado a todos los que se quieran adherir. Sin embargo, desgraciadamente, todos los indicadores dicen que ese pacto solo sería posible con la ausencia, por lo menos, del presidente actual. Incluso, de algunos más.
Ante este panorama parece que lo más razonable es evitar llegar al fondo del cajón. Para ello, la llave de la puerta solo la tiene el presidente: que, a iniciativa propia, proponga y firme, ya, un pacto con el partido mayoritario de la oposición y los que se quieran adherir. Tiene que ser un pacto de verdad, no una firma en blanco, con un primer punto que dé credibilidad al Gobierno, ante Europa y ante los españoles: una reducción drástica del gasto público, empezando por el número de ministros. Esto implicaría una remodelación completa del Gobierno con unos nuevos ministros de élite y un consejo asesor de alto nivel. Así, España, con una nueva imagen, quizás pueda evitar el rescate. Como se puede ver, los españoles estamos ante un problema complicado. Además, su solución depende de una sola persona.
Hay rumores de que el presidente, a pesar de lo que le gusta el palacio, quiere pasar a disfrutar de las prebendas de su pensión. Para ello lo deben desalojar de la Moncloa, como hizo él con el presidente anterior. Por cierto, dicen que está muy apenado por lo que ocurre, pero muy agradecido a aquellos que le han evitado el amargo trago de ser, en estos momentos, presidente del Gobierno.
Como no habrá desalojo, si quiere evitar el rescate, solo le queda el pacto. Si no lo hace la historia recordará que, pudiendo, no quiso evitar que España llegase a una situación de quiebra. También dirá que durante su mandato el número de parados y pobres será el más alto de la historia de España y que, además, bajó el nivel de vida de los españoles entre un 15% y un 25%. Situaciones que afectan, mayoritariamente, a la clase media y a los más desfavorecidos. La talla intelectual y humana , si se tiene, se agranda en las épocas de crisis. ¿Cuál es la suya?
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