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efe

Recuerdo a Luis Sepúlveda

Viernes, 17 de abril 2020, 00:09

Recuerdo a Luis Sepúlveda en la cocina de mi casa intentando convencer a mi mujer de que montara un restaurante, para que pudiera volver a ... comer el bonito al horno que Miren había preparado para él.

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Recuerdo a Luis Sepúlveda en el salón de mi casa, mientras mi sobrina Lide, entonces una niña, le convencía de que era obligatorio ver una película que ella tenía y que, no por casualidad, se titulaba 'La historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar'. Y allí les dejé a los dos viendo esa peli de animación, que habían dibujado chicos italianos en muy mala situación social.

Recuerdo a Luis Sepúlveda, encargándome un tarro de perlas de arenque amargo Avruga, que él le daba a su amiga especialista en gastronomía Juana Barría, diciéndole que era caviar. Y se reía siempre cuando le descubría la verdad.

Recuerdo a Luis Sepúlveda en la cocina de su casa contándonos a mi mujer y a mí cómo hacía magia ante su nieto en un cajero de banco. Cómo sacaba dinero y el niño pedía más y más, porque aquello era gratis.

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Recuerdo a Luis Sepúlveda en un restaurante de Gijón -¿verdad Carmen? ¿verdad Ainara?- contando cómo estuvo en el Palacio de la Moneda defendiendo a Allende, mientras atacaban las tropas del infame sin nombre. Y cómo le torturaron y cómo lo contó en 'Patagonia Exprés'. Y cómo ese libro era su autobiografía más fiel. Y yo me acuerdo de él cada vez que leo ese libro y '100 metros' de Ramon Saizarbitoria.

Recuerdo a Luis Sepúlveda en el hotel Amaia de Gijón, organizando el Salón del Libro Iberoamericano, siendo amigos de sus amigos (¿verdad Fajardo? ¿verdad Morzinski?), y contándome cómo tomó parte en la guerrilla sandinista que derrotó a Somoza, a mí que solo he visto dos armas en mi vida: una chimbera y la escopeta de caza de mi tío.

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Recuerdo a Luis Sepúlveda firmando sus libros y llamándose Koldo, mientras reía y bebía vino.

Recuerdo a Luis Sepúlveda en nuestra casa, llegando a un pacto con nosotros. Tendría una habitación para él cada vez que lo necesitara, sobre todo, como pensaba, si venía a Loiu a tomar un avión. Ahora prepararé esa habitación que no ocupará. Allí estará su recuerdo. Su imagen sonriente, bonachona, llena de vida y esperanza, de anchas avenidas.

Sé que cuando se escriba su biografía no aparecerán estas notas, pero, yo…

Recuerdo a Luis Sepúlveda.

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