Quedarse, volver
Las zonas verdes en la ciudad benefician la salud y mitigan el efecto de 'isla de calor' del asfalto
Heike Freire podría estar en la campaña 'Yo me quedo', si no fuera porque el promotor de la misma (Correos Market) no es un Wordpress ... del mundo rural sino un mercado de cosas que se comen, se beben y se tocan. En cuanto a los blogs de la gente que vive en zonas rurales, no se distinguen por su alojamiento en la red, sino por su trasfondo, que es el trasfondo vital del autor. Heike Freire, en realidad, no se ha quedado; simbólicamente ha vuelto a la raíz de las cosas. Ha pasado de vivir en París a ser vecina de un pequeño pueblo de Cáceres, de asesorar al Gobierno francés desde el Instituto de Educación Permanente a escribir libros, conferencias, impartir cursos y talleres desde ese lugar que eligió para criar a sus hijos. Esto lo he leído en Creando futuro, un proyecto de 'XL Semanal' y el BBVA dentro del cual Ixone Díaz Landaluce ha entrevistado a la filósofa y pedadoga. En cuanto a la web heikefreire.com, se nota que quien está detrás se ha ido a vivir a un pueblo por eso de que cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive.
Freire nos explica en la entrevista que el contacto con la naturaleza no es un lujo ni un extra en la educación de los niños, sino una necesidad para su salud, tanto física como psíquica, y su correcto desarrollo. Por nuestra forma de vida, dice, es difícil conseguir ese contacto sin la participación de la escuela. Ella abandera un tipo de pedagogía que quiere remendar la fractura entre el medio y la naturaleza humana. Tampoco es que sea necesario (digo yo) irse a vivir al campo para conseguirlo: podemos quedarnos en la ciudad, pero transformándola, que es tal vez más difícil, pero ciertamente necesario. Los patios de los centros educativos se parecen mucho a los de las prisiones, donde es una crueldad innecesaria que las únicas salidas de los presos al aire libre se produzcan dentro de rectángulos estériles de cemento. A ver si hay suerte y la pedagogía verde no se convierte en una moda para unos pocos privilegiados y la presencia de la naturaleza en las urbes deja de entenderse como decoración, pues sospecho que muchas personas aún la ven así.
Las zonas verdes no solo benefician la salud de los niños, como es fácil suponer, sino también la de los adultos, mitigan el efecto de 'isla de calor' del asfalto y ayudan con la polución del aire (aunque en este caso lo que más ayuda es no producirla). Otro movimiento que puede aportar su parte es el de la agricultura urbana, practicada en azoteas, terrazas y solares. Con una confluencia de movimientos ciudadanos y de iniciativas públicas se podría generar el impulso para convertir las escuelas (y también las ciudades) en espacios más sanos y más resistentes al cambio climático. Los gobiernos municipales tienen en este terreno, el de la geografía urbana que les toca, y el del ejemplo, que se contagia y aporta razones, mucho que hacer y que decir.
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