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Como es lógico, al comprobar que el uso de las lenguas cooficiales iba ser ya reglamentario, los portavoces nacionalistas se mostraron aún más agraviados, no fuese a parecer que se les dejaba de oprimir aunque fuese un rato. A favor del PNV hay que decir que Joseba Andoni Agirretxea apenas hizo una mención pertinentísima a la independencia de Cuba -isla que como se sabe no conoció un solo colono vasco- y se centró en que las traducciones de las leyes aprobadas tengan valor jurídico. Lo curioso fue que, mientras el diputado del PNV hablaba en euskera, nadie del PP parecía utilizar el pinganillo. Tampoco parecían mirar hacia alguna pantalla en la que a Joseba Andoni Agirretxea se le proyectase en V.O.S.E. Lo que parecía era que los diputados populares estaban haciendo un gesto. Como si en el Parlamento, tras instaurarse el derecho a ser entendido en un idioma que tu interlocutor desconoce, fuese a pelearse el derecho a que te importe un bledo lo que te dicen en un idioma que tú desconoces. Vivimos una edad dorada de la discusión pública. Y eso que, más allá de la trampa de la polifonía, las sesiones se siguen muy bien sin traducción. El catalán y el gallego son lenguas familiares para un castellanohablante. Con el euskera, claro, no es tan fácil. Aunque debo decir que si el castellanohablante es vasco y tiene un perfil lingüístico exiguo pero voluntarioso (en adelante PL Sémper), también hay que prescindir de la traducción. Y seguirlo a pelo. Mucho peor que el doblaje en general es el doblaje de las voces ancestrales.

Externalizando la faena de un modo que maravillará al mismísimo Rajoy, Feijóo ha conseguido que de atizarle a Sánchez se encarguen sobre todo Felipe González y Alfonso Guerra. Lo hacen poniendo sobre la mesa la autoridad senatorial y el pedigrí socialista. También mostrando una llamativa animadversión hacia Yolanda Díaz. El espectáculo es asombroso porque a González y Guerra los señalan como incuestionables faros de la democracia muchos de quienes no hace tanto los responsabilizaban de haberle causado a la democracia los mayores destrozos. La pregunta es si servirá de algo tanta aparatosa apelación a la esencia de un partido que tal vez ya no exista. Ignacio Varela explica en su último libro que Pedro Sánchez ha cortado con el PSOE de González para transformarlo en un «consorcio neopopulista» del mismo modo que González cortó con el PSOE del exilio para crear un partido socialdemócrata europeo.

Las jugadoras de la selección no quieren cargarse a la entrenadora. Y la seleccionadora no siente que las jugadoras vayan a cargársela. Lo dijeron ayer en una rueda de prensa en la que la seleccionadora y las jugadoras no aparecieron juntas. El ambiente de la selección femenina parece el de un drama de Bergman. Pero el lenguaje físico de las jugadoras -¡y de la entrenadora!- hace pensar en una peli de acción. Su gesto es el del protagonista al que le llama el malo y le dice que disimule, que no haga nada raro porque tiene a toda su familia secuestrada.