Todo depende

La política vasca es propensa a las paradojas. Una enorme consiste en que, en una sociedad que otorgó en abril una gran mayoría parlamentaria a los partidos que se proclaman independentistas, el porcentaje de ciudadanos que se sitúa contra la independencia haya aumentado seis puntos desde marzo hasta situarse en un 43%. Es la máxima de una serie histórica que comienza en 1998, cuando el porcentaje refractario a la autodeterminación era del 24%. Hay hoy en Euskadi un 19% de ciudadanos a favor de la independencia. Y, tras excluir al pequeño porcentaje que ni sabe ni contesta, queda un 33% que está a favor o en contra «según las circunstancias». Siempre sorprende que el 100% de los vascos no se adscriba a esta opción. Porque, según las circunstancias, uno puede estar a favor o en contra de absolutamente cualquier cosa. También es casualidad que el científico social se ponga filosófico inventándose una opción que es un amortiguador e invita a responder citando a Ortega: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo». En términos territoriales, hay que recordar que el maestro escribió la frase inmortal en unos párrafos en los que dice que él tiene la «salida natural hacia el universo» en el Guadarrama, que existe «un logos del Manzanares» y en los que utiliza como argumento de autoridad una cita bíblica en latín que suena bastante trucha, pero que puede ser verdadera, como todo, si se dan las circunstancias adecuadas.

Después de que el Obispado de Vitoria prohibiese rodar algunas escenas de la película 'Sacamantecas' en el altar mayor de la Catedral Santa María, el diputado general pide que las instituciones tengan «voz y capacidad de decisión» en estas cosas. ¿La razón? Pues, para empezar, cincuenta millones de dinero público invertidos en la resurrección -si se me permite- del templo del Casco Medieval. Parece que el enfado de Ramiro González viene de atrás y su postura es comprensible: al proteger el patrimonio, las instituciones también invierten en imagen, cultura y proyección. Al mismo tiempo, parece lógico que la Diócesis tenga mucho que decir sobre cómo, cuándo y qué se rueda en una iglesia. El problema, sin embargo, no parece imposible de resolver con algo de sensatez, diálogo constructivo y apertura ecuménica. En caso contrario, recomiendo encarecidamente que los enfrentamientos entre la autoridad eclesiástica y la civil (conviene que a los alcaldes y diputados generales se les unan el boticario y los librepensadores de la tertulia del casino), sean lo más cruentas y espectaculares posibles, de modo que, a falta de rodajes en el presente, se vayan alimentando las ficciones del futuro.