Compareció Pedro Sánchez en el Congreso para hablar sobre corrupción y anunció que no tira la toalla. Al instante quedó claro que su opción es ... que sea el país el que coja la toalla, la de la playa, y se vaya de vacaciones. En septiembre, ya se verá. El presidente anunció un puñado de medidas contra la corrupción siete años después de llegar al Gobierno para acabar con la corrupción. Fieros como gatitos, los socios le dijeron en líneas generales que su enfado es mucho, pero no el suficiente. Yolanda Díaz incluso lo hizo desde los escaños de Sumar. Y le lanzó a Sánchez cosas durísimas. Por ejemplo, que sabe que es honrado y que no dejará que «esta luz se apague». Eso recordó a la canción de Morrissey. Hay una luz que nunca se apaga. Solo que no es un autobús de dos pisos lo que puede chocar contra los protagonistas, sino un informe de la UCO que llegue sin frenos. La situación es tan estable que cualquier novedad sobre la trama corrupta puede hacerlo saltar todo por los aires.
Como si dispusiese realmente del balance de daños, Sánchez salió sin embargo a hacer la comparativa para demostrar que más corruptos fueron los Gobiernos de Aznar, Rajoy… y González. Esto fue digno de verse. Hasta citó a Roldán, Rubio y Barrionuevo. Al final va a ser verdad que a los presidentes socialistas se los persigue con saña. Ayer descubrimos que la pinza famosa de los noventa la integraban Aznar, Anguita y el secretario general del PSOE del futuro. Luego el presidente volvió a sacarle a Feijóo el narcotraficante y Feijóo respondió mentándole las saunas del suegro. El rugido que pegó entonces la bancada popular no lo mejoran los Ultrasur. Fue un paso más en la cuesta abajo y yo llegué a echar en falta que irrumpiese un orador inesperado para pedir altura de miras. Ojalá el diputado del Grupo Mixto Ábalos, que podría haber tomado la palabra por alusiones para recordarle a la Cámara que los ciudadanos miran. Con su voz grave y su pose pedagógica. Como en la moción de censura aquella: «Tratamos de igualar el nivel moral con tal de que toda la representación política sea infame. No sé qué gran triunfo sacamos de esa consideración. No sé qué tarea de ennoblecimiento para la representación política es decir que la corrupción es cosa de todos».
Cosas de niños
Mattel presenta una muñeca Barbie con diabetes tipo 1. Es una Barbie como otra cualquiera, solo que lleva en el bolso un medidor de glucosa. El lanzamiento se explica porque la enfermedad aumenta entre los niños. Y por ese lado bien. Pero siempre es extraño el exceso de denotación en un juguete, que es un objeto que debería propulsar la fantasía en lugar de puntualizarla. Hace unos años, Mattel lanzó una Barbie presidenta dentro de una colección que les muestra a las niñas que pueden ser lo que quieran. Lo que tal vez no pueden hacer las niñas es jugar a que la Barbie con diabetes es presidenta. Para eso tienen que esperar a que Mattel saque la Barbie presidenta con diabetes. Me estaré haciendo viejo, pero todo era más fácil cuando a los niños se les daba un bocadillo, dinero para petardos y la orden de no volver hasta que oscureciera. 'Elio', la última de Pixar, no ha funcionado en Estados Unidos. Se explica porque al protagonista le han suprimido los rasgos latinos y 'queer' que tenía al inicio del proyecto. La ideología anega cada rincón de la realidad y de los dibujos animados. Eso dificulta la parsimonia: no suelen ser los rasgos latinos y 'queer', sino el talento desplegado, lo que hace que las películas funcionen en realidad.
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