Macron en ojo ajeno

Puede sin embargo que los españoles no sean tan cainitas y discutidores como se dice. Ahora mismo se da en el país un hermoso consenso transversal. Consiste en que, si se pudiese elegir, la mayoría de la gente preferiría que nos gobernase Merkel o Macron. Sucede porque el panorama es negro y vemos cómo en Francia y Alemania los presidentes parecen comportarse como adultos al tanto de su responsabilidad. Por supuesto, esto lo pensamos porque no tenemos mucha idea de lo que pasa en Francia y Alemania. Siempre es bueno recordarlo. Lo malo es que luego compruebas cómo Isabel Díaz Ayuso ni ante la llegada del fin del mundo dejaría de salir a demostrar que la política es para ella una especie de juego personalista, absurdo y caótico y no deseas que Merkel te gobierne. Deseas que Merkel, directamente, te adopte.

Se citó bastante ayer a Merkel y Macron en el Congreso. Aunque siempre como ejemplos que necesitaban los demás. Nuestros políticos identifican con facilidad la falta de Macron en el ojo ajeno. Pero igual no le ven el escándalo a que el presidente del Gobierno abandone el Parlamento mientras se debate algo tan serio como una prórroga del estado de alarma y deje al ministro de Sanidad pegándose con la oposición. El liderazgo también consiste en no escurrir el bulto y hacer de escudo entre tus subordinados y las tortas. En transmitir seguridad y responsabilidad. El asiento que dejó ayer vacío en el Congreso Pedro Sánchez se une al que dejó vacío Rajoy y fue ocupado por un bolso. Estuvo poco rato allí aquel bolso, pero a él al menos sí se le veía cierta 'auctoritas'.

Después de que un hombre asesinase ayer a tres personas en la catedral de Niza al grito de 'Alá es grande', Mahathir Mohamad, expresidente de Malasia, colgó un hilo en Twitter sobre la situación. Es un documento interesante. El político dice que no aprueba los asesinatos y habla de respeto, pero comienza a argumentar y, tras detenerse en cómo visten las mujeres occidentales (apenas cubren «con una pequeña cuerda la zona más secreta»), coge velocidad y termina concluyendo que los musulmanes tienen derecho a castigar a los franceses. Bueno, pues así piensa un fanático. Lástima que, remitiendo el Corán varias veces al Talión, en términos de proporcionalidad, a los fanáticos islamistas no les baste con dibujar unas viñetas en su propia revista de humor. Viñeta por viñeta. Ese es el enorme delito que se le quiere hacer pagar a Francia. Europa debería tenerlo claro. Mientras deja claro que no va a permitirlo.

Comienzan a convivir dos ideas omnipresentes y contradictorias. Una es que del confinamiento domiciliario no nos libra nadie. La otra idea tiene que ver con la posibilidad de salvar la Navidad, lo que no deja de ser curioso si recordamos que la última vez necesitamos casi cien días para pasar del confinamiento a la pseudonormalidad. Con la Navidad igual deberíamos hacer lo que los galos de Astérix con Alesia: fingir que ni nos suena. Halloween ya se ve que nos da más igual. Pues en eso igual si salimos mejores. Que no todo van a ser desgracias.