Gana la 'línea Francisco'
El nuevo jefe de los obispos tendrá que remontar la crisis de liderazgo de un episcopado desprestigiado y encarar la abultada agenda del Gobierno en materia religiosa
En febrero de 1969 Casimiro Morcillo, que había sido el primer obispo de Bilbao, fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal, pese a que el ... favorito del Vaticano era el nuevo primado de Toledo, monseñor Tarancón. Fue un acto de rebeldía de la vieja guardia contra el Papa, en ese momento Pablo VI, con el que no comulgaban. Algo parecido pasó hace tres años cuando los obispos ningunearon al cardenal Carlos Osoro, el preferido de la Santa Sede. El lunes, no pocos temían que se repitiera ese patrón con respecto a Juan José Omella, el hombre de Francisco en España, por parte de un sector de prelados que no está enrolado de forma cordial y convencida con la renovación que pretende el pontífice argentino.
Jugaron hasta el último minuto tras un proceso plagado de intrigas y maniobras, algunas muy sucias, para debilitar la candidatura de Omella. Al final, concitó los apoyos suficientes para pilotar durante cuatro años una nueva transición en la Iglesia española, que sufre una crisis de liderazgo y acumula un preocupante desprestigio. En esa tarea le ayudará el nuevo vicepresidente, Osoro, otro de 'los hombres del Papa', que se ha quitado una espina. Resulta evidente que ha ganado la 'línea de Francisco' y que se ha enterrado el 'rouquismo'. Omella, que ha sido misionero en Zaire y ha trabajado muy de cerca con Cáritas y Manos Unidas, acumula muchas horas de Evangelio social, desde antes, incluso, de que Francisco promoviera esa doctrina, en la que el turolense encaja como un guante. Su flanco más débil es que le falta brillo intelectual y sufre a nivel cultural, un déficit que suple con su desbordante empatía.
La Iglesia española se encuentra en un momento muy delicado, en un cambio de ciclo con el goteo interminable de renovaciones episcopales que se avecina. Omella es miembro del 'ministerio' romano que decide los nombramientos, un plus para ese proceso, en el que irá de la mano del nuevo nuncio del Vaticano en España. El filipino Bernardito Auza es un diplomático muy experimentado y de absoluta confianza del Papa. Ellos tendrán que impulsar los cambios necesarios en la Iglesia local, para asentarse en un mundo cada vez más secularizado y plural que obliga a contar con todos desde un espíritu abierto. Ya no sirve el argumento de que existe una ingeniería laicista que socava los cimientos del cristianismo.
Omella empujará en la dirección de que la Iglesia tiene que centrarse en lo suyo, y dejarse de luchas políticas en los ámbitos de poder. Sin privilegios, pero también sin discriminaciones. Su designación tiene también una significación que sobrepasa los lindes de la Iglesia en lo que se refiere a las relaciones con el Gobierno del PSOE y Podemos. Es verdad que hay una abultada agenda de asuntos religiosos, pero no van a llegar a las manos. La consigna de Iván Redondo, el hombre fuerte de Moncloa, es mantener un pacto de no agresión y evitar las batallas con la Iglesia. La directriz del Vaticano es mantener una sana colaboración sin hacer bandera de las discrepancias. Confluyen los intereses de ambas instancias.
Este ambiente de diálogo puede resultar mano de santo para encauzar por los carriles del diálogo el contencioso con Cataluña. Omella, que ha templado el nacionalismo eclesial catalán, mantiene muy buenas relaciones con el líder de ERC, Oriol Junqueras, que está llamado a jugar un papel importante en los próximos meses. Omella puede ser un interlocutor de lujo. Sin salirse de la ley y con el respaldo de Roma. El embajador del Vaticano ya defendió ante el Rey la Constitución «que hermana a España con las naciones y democracias modernas y que fomenta la convivencia de una nación variopinta y rica».
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