¿España fallida?
No está en mi ánimo el ejercer de siniestro augur, ni el regodearme en las muchas desgracias políticas que afectan a España. Trataré de no ... caer en la hipérbole y evitaré la reflexión nihilista, pero el panorama que afecta a España es, cuanto menos, preocupante y lleno de malos presagios. No soy el único en albergar estos sentimientos y me uno al coro de quienes auguran un pésimo desenlace a la temeraria aventura iniciada por Pedro Sánchez tras las elecciones del pasado 10 de noviembre.
Suscribo y hago mío el sentimiento expresado por significados militantes y excompañeros del PSOE que en la 'Carta a los españoles' manifiestan que «España se encuentra en un momento grave. La gestión del resultado de las elecciones muestra una sociedad a la que se divide y tensiona por razones estrictamente partidistas más que por motivos políticos de calado». Es evidente que los firmantes del mencionado manifiesto se refieren al máximo líder del Partido Socialista, quien, impulsado por su voraz y narcisista afán de poder, se ha revelado capaz de desbordar los cauces constitucionales con tal de seguir ostentado el poder, aunque este sea efímero, frágil e inestable.
Todavía estamos lejos de parecernos a estados fallidos como Libia, Eritrea, Yemen o Venezuela, pero cada vez nos parecemos más a Italia. Con ser grave la tensión territorial que tiende a la escisión de Cataluña y Euskadi, no lo es menos el desprestigio de nuestras instituciones o la extrema polarización de nuestro sistema de partidos. El fantasma de las dos Españas, junto a la amenaza de la ruptura territorial, sitúa a España entre las democracias amenazadas de 'default'.
Tras dos convocatorias electorales en menos de un año, España no acaba de tener un Gobierno cabal que enfrente los graves embates a los que se ve sometido. El Ejecutivo interino que actualmente rige los destinos del país pugna por mantenerse en la interinidad, fiándolo todo a la resiliencia del 'gran' timonel. La coalición PSOE-Unidas Podemos no suma la mayoría suficiente para garantizar un Gobierno sólido y estable y se halla condenado a mendigar el apoyo de quienes tienen por lema la miserable consigna de 'cuanto peor mejor', esgrimida por los secesionistas catalanes durante los últimos disturbios. Una consigna que los máximos responsables del Govern comparten sin tapujos y que no significa otra cosa sino que mal le tiene que ir a España para que el secesionismo prospere.
Es la versión catalana de la consigna de la socialización del sufrimiento que la izquierda abertzale popularizó en la década de los noventa. Una España débil, fraccionada y sin rumbo es la condición de posibilidad para que el secesionismo vasco y catalán puedan salirse con la suya. Es por ello que es temerario y demencial fiar la estabilidad del próximo Ejecutivo al apoyo tácito o explícito de ERC.
¿Es que Pedro Sánchez ha olvidado que fue ERC quien arruinó las expectativas políticas de su anterior Gobierno? Es tal vez oportuno evocar el mito del escorpión y la rana, en el que la rana es víctima de la pulsión cruel y letal del escorpión. El sentenciado Oriol Junqueras no puede cesar en su pulsión aniquiladora y es de prever que su apoyo a Sánchez se convierta en trampa letal para éste.
Con el diálogo bilateral que ERC y el secesionismo reclaman para apoyar a Pedro Sánchez, el independen tismo catalán busca blanquear su deriva anticonstitucional y antiespañola. Al mendigar el presidente del Gobierno en funciones el apoyo de Oriol Junqueras, de algún modo está diluyendo la gravedad de los hechos por los que está condenado el líder secesionista. ¿Qué argumentos podrá oponer Sánchez al secesionismo golpista ante Europa y ante el mundo si accede al poder apoyado por quienes han provocado la mayor crisis de nuestra reciente historia democrática? Será un Gobierno cautivo de quienes urdieron -y traman- el desmembramiento de España.
El balbuceante desgobierno de España tiene un horizonte problemático si el futuro Ejecutivo de Pedro Sánchez se sustenta en aquellos que tienen como norte político la abolición del marco constitucional que desde 1978 preside nuestra democracia. Una democracia que, pese a quienes ahora tratan sabotearlo, ha generado el mejor período histórico de España. El PSOE es uno de los principales artífices del éxito y la consolidación de nuestra democracia y sería lamentable que por el afán de poder inmoderado de un líder contingente ponga en entredicho la labor que los socialistas hicieron a favor del bienestar y la concordia de los españoles.
En el Gobierno que Sánchez trata de formar, Unidas Podemos es un socio circunstancial que va a lo suyo y tratará de cobrarse la pieza mayor de la hegemonía en la izquierda, mientras que los secesionistas -sean blandos o radicales- solo buscarán sacar tajada de lo mal que le va a España. No sé yo si finalmente resultará fallida la aventura de España, pero es seguro que de seguir el derrotero marcado por Pedro Sánchez necesitará Dios y ayuda para recobrar su dignidad y su prestigio. Prestigio y dignidad que el presidente interino dilapidará, tal vez, hundiendo a su propio partido.
Con Sánchez o sin él, otro Gobierno es posible. Tanto a la socialdemocracia española como a los partidos del centro-derecha les va en ello su razón de ser.
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