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Bilbao vive la final de la Europa League como una auténtica celebración. Del deporte, pero también del ocio y el entretenimiento. Y, por qué no, ... como espacio de oportunidades y sede cultural. Ese sería el mejor resultado del encuentro que se disputa esta noche en San Mamés entre el Manchester United y el Tottenham, pero que lleva horas festejándose a lo grande fuera del terreno de juego. Aunque esta vez no haya protagonismo del Athletic dentro del campo, la capital vizcaína afronta una exigente prueba de fuego como anfitriona. El desafío consiste en gestionar un evento de masas -se espera una concentración superior a las 60.000 personas solo de las aficiones inglesas- con plenas garantías para la movilidad, la seguridad y la estancia de miles de visitantes, en el que tiene que reinar por encima de todo la convivencia. Entre hinchadas y con la comunidad local. Ese partido hay que ganarlo, a ser posible por goleada. Los ojos del mundo están puestos en la ciudad del Guggenheim, en una metrópoli que aspira a seguir creciendo con nuevas inversiones, competitividad y buen hacer.
Orgullo de ciudad tras haber demostrado su capacidad de organización en otros retos similares con proyección mundial. Viene rodada tras haber gestionado en los últimos años la salida del Tour, los premios MTV, las finales de rugby y las World Series, entre otros. Y que todos los años tiene una cita con la Aste Nagusia, posiblemente el hito más multitudinario de los celebrados en Euskadi. Acontecimientos que lógicamente generan molestias a los vecinos y de los que conviene sacar lecciones para la final de hoy en la Catedral y la preparación de futuros eventos.
Los numerosos cortes de tráfico, cambios en el transporte público, alteraciones en los centros educativos, ruidos y bullicio son algunas de las incomodidades que acompañan la celebración de una final entre dos históricos del fútbol inglés, con tirón más que suficiente para colocar de nuevo a Bilbao en el escaparate internacional. Por eso, las medidas de prevención adoptadas, especialmente en el terreno de la seguridad gracias al despliegue de hasta 2.000 agentes, la mayoría ertzainas, deben garantizar el 'fair play' si fuera necesario. El objetivo final siempre será que el partido se recuerde como una monumental fiesta deportiva que, además, beneficia a los negocios, el turismo y la imagen exterior de la ciudad. Que los aficionados regresen a Manchester y Londres como embajadores de Bilbao, y no como hooligans.
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