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La cripta

Viernes, 2 de noviembre 2018, 00:47

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La esperanza siempre debe tener frío porque cuando hablamos o escribimos de ella siempre es para decir que la abrigamos. Lo que más nos desasosiega de buscar hospedaje para el fantasma del general. Al parecer nadie quiere convertir al terco difunto en un sitio de peregrinación o de repulsa, pero únicamente sus herederos pueden decidir qué se hace con él. En eso estamos y vamos a seguir estando durante una temporada tan larga que sabemos cuándo empezó, pero ignoramos cómo puede acabar, si es que acaba. Al Episcopado no le gusta convertirse en el hospederode un huésped tan incómodo que abulta más de muerto que de vivo. Por eso han resuelto que una vez exhumados sus restos mortales, que algunos creen que son inmortales, lo importante es buscarle sitio y ese asunto se ha convertido en una verdadera obsesión nacional. Las polémicas funerarias duran más que cuando sus protagonistas están vivos.

Los fantasmas no votan, pero sus partidarios siguen pisándose las sábanas. La solución es mala, tirando a pésima, pero es la única. Nuestros políticos hacen todo lo que pueden, que es nada. Solo la familia del extinto tiene la potestad de decidir dónde poner el pequeño cadáver que lo ocupa todo. La tumba es de su propiedad porque la adquieron con su dinero, pero nadie quiera cargar con el hospedaje para no convertirlo en lo que ya sea un lugar de encuentro y desencuentro. Por eso Carmen Calvo trata de solucionar lo que no tiene solución mientras los fantasmas insistan no solo en pisarse las sábanas sino en ponerse zancadillas. No se puede jugar limpio cuando hay tantas cosas sucias y nadie sabe cómo hay que retirarlas. Han venido para quedarse y aquí siguen.

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