Septiembre
Este verano raro he visto a la gente, en general, con la lengua fuera
Últimamente, me estoy volviendo fatalista. Y me sorprende. Nunca pensé que yo pudiera ser fatalista. Antes no lo era. Creía en cosas, creo. En las ... de siempre. Pero una cosa lleva a la otra, claro. Y ahora, en fin: ya todo parece inevitable. No obstante, en septiembre, no sé por qué, me suelen dar ataques de nostalgia. Quizá por el comienzo de curso y todo eso. La sensación de que todo se repite una y otra vez, ya me entiendes.
A una amiga mía, una moza de mi edad, se le estropeó el aire acondicionado del coche, este verano. En el peor momento, por supuesto. En pleno agosto. Estaba aterrorizada. Pero tuvo que viajar hasta Italia y volver con las ventanillas abiertas. Y lo hizo. Cuando me lo contó, pensé: como antiguamente. Y sí, es cierto: qué recuerdos.
Cuando yo era pequeño, ni siquiera teníamos calefacción. Parece mentira, ¿verdad? Caldeábamos las sábanas con bolsas de agua caliente. Y éramos felices, supongo. ¿Lo éramos? No sé, bueno. Lo cierto es que no éramos nuevos ricos. Éramos, más bien, viejos pobres, creo yo. Si éramos felices lo seríamos de un modo sencillo. O sea, sin demasiados alardes. Nos las arreglábamos y ya está. Punto.
Aunque, sí me preguntas cómo nos las arreglábamos, te diré que tampoco éramos muy caprichosos. No había teléfonos móviles. No había ordenadores. Ahora te puedes pasar la vida entera mirando a la pantalla de un ordenador, vale. Cada vez lo hace más gente y a la mayoría le encanta, me temo. Está visto que ese va a ser vuestro futuro. Pero, hace cincuenta años, si querías ver algo, tenías que salir a la calle. Yo cazaba ranas y lagartijas. Lo hacía bien. Humildemente lo digo.
Septiembre, para mí, siempre era la vuelta a empezar de lo mismo. Sin embargo, este año: no sé yo. Ha sido un verano raro. Como para ser analizado en laboratorio por ojos expertos. Y con aparatos de precisión. Yo he visto a la gente, en general, con la lengua fuera. A varios niveles. Y además obligándose a divertirse con cierta urgencia vengativa, no sé si me explico. Después de los dos años de restricciones y vacunas, y antes de que todo empiece a ir, como dice Feijóo, a peor, había ansiedad en el aire y era como si necesitáramos un verano idiota para olvidarnos de todo, en plan: no puedo más.
Pero vale. Ya está. Se acabó. No sé si lo has oído, pero llevan ya casi un mes diciendo a diario, cada cual a su gente y en su jerga, que viene un invierno duro. Y puede que sea verdad. A lo peor, (o a lo mejor) tenemos que empezar a aprender a ser, otra vez, felices con poco. No sé. Yo creo que lo que empieza este septiembre, nadie tiene ni idea de lo que es.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión