Magia
La fascinación y el aplauso surgen cuando el mago hace verosímil lo imposible
Esta tarde, en el Festival Ja!, tendremos sesión de magia, no exenta de humor, a cargo del mago Imanol Ituiño. Desde niño me han fascinado ... los magos y la magia, incluida la negra; tanto los magos de la ficción fantástica como los profesionales. 'F de fraude' (1973), la última e inclasificable película de Orson Welles, es un ejercicio de ilusionismo variado con el que el viejo mago nos manipula y lleva por donde quiere (entre las habilidades de Welles estaba la prestidigitación clásica). En una de las versiones de la leyenda artúrica, un fantasma de oro copula en sueños con la madre de Merlín y es el auténtico padre del mago: cuánta magia literaria en tan pocas palabras. La magia del vudú en Haití se halla en la romántica y subyugante película de Jacques Tourneur 'Yo anduve con un zombie' (1943), clara precursora del popular género posterior. Aunque quizá, en puridad, el primer zombi de quien se tiene referencia sea el resucitado Lázaro. Y por este hilo, el agua convertida en vino en las bodas de Caná sería el primer gran número de magia (sin truco, si creemos en los milagros) con público.
Ante un espectáculo de magia, llevado a cabo por un mago profesional, creo que la disposición mental del público es la contraria al principio de suspensión de la incredulidad al que jugamos para disfrutar con plenitud de la ficción. Ponemos de nuestra parte para creernos que 'Drácula' existe en la novela de Bram Stoker y que Supermán vuela (y vestido de esa guisa), pero a un mago intentamos cazarlo y descubrir cuál es el truco. En ningún caso creemos que está serrando de verdad a alguien metido en un cajón o que las cartas que ha mostrado, y no escamotea a la vista, cambian de numeración por arte de magia. La fascinación y el aplauso surgen cuando el mago burla nuestra mala fe, engaña a nuestros ojos o entendimiento con su destreza y hace verosímil lo imposible.
Un gran mago fue Harry Houdini (prodigioso escapista) y lo es el contemporáneo David Copperfield (una chica dijo en la tele cuando le citaron el personaje de Dickens que se llamaba igual que el mago; una variante de si fue antes el huevo o la gallina), con sus colosales números de ilusionismo. Y según el humor judío durante el nazismo, que recoge Rudolph Herzog en su libro 'Heil Hitler, el cerdo está muerto', también lo fue Moisés. El chiste cuenta que Hitler mira con anhelo e impotencia desde la costa francesa el Canal de la Mancha, que le separa de Inglaterra y dificulta la invasión de la isla. A Adolf se le aparece Moisés y le dice: «Si no hubieras perseguido a mis judíos, te enseñaría el truco del mar Rojo».
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