Leer lomo empanado
Concha Velasco se retira del teatro. Según ella, a petición de sus hijos. ¡Vaya! Espero que mi heredero también me retire algún día. Y más ... pronto que tarde, a ser posible. La pena es que, cuando me corte la coleta, nadie me va a despedir con un aplauso atronador, ni me van a soltar el «¡Viva la chica yeyé!» que le soltaron a ella la otra noche en Valladolid. Lo único que haré será cerrar el portátil y abrirme una cerveza.
La actriz dijo adiós al respetable citando a uno de sus personajes más queridos, Santa Teresa de Jesús: «Lee y conducirás, no leas y serás conducido». Como eslogan para el fomento de la lectura es maravilloso; pero, en mi caso, poco más, que por mucho que lea tengo la sensación de que me siguen conduciendo más veces de las que quisiera. Será que mi proverbial empatía y mi frecuente falta de criterio propician que me deje llevar. O será que, en medio de tanta confusión, es muy difícil conducirse.
Claro que aún sería peor si no leyera. Entonces me convertiría en el maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela, o en uno de esos tipos a los que conducen hacia la estupidez porque las únicas palabras que se cuelan por las fisuras de sus cabezas de granito son, también, estúpidas. Y, encima, me habría perdido dos de los mejores momentos de la vida: el íntimo placer que te proporciona la lectura de un libro incandescente y el glorioso instante en el que subes su foto a las redes sociales para que todo el mundo vea lo instruida que eres. Aunque lo cierto es que mis lecturas me aprovechan mucho menos que los bocadillos de lomo empanado, que van directos a mis caderas. Ojalá se invirtiera la ecuación y acabara siendo una señora delgadísima y cultísima. Y retiradísima.
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