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Opinión

Piojos resucitados

Qué bajo escalafón de la pirámide laboral son los jefecillos abusivos

Domingo, 10 de noviembre 2024, 00:05

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Un mediodía comía algo sentado a la barra en una de esas impersonales cafeterías de la zona de Callao en Madrid. Una de las camareras, ... una joven magrebí, limpiaba tras la barra, más o menos frente a mí, los cromados y los cristales de un expositor de tartas y de una tortilla de patata que en sitios así son como el universo: con el tiempo tienden a curvarse sobre sí mismas. A la circunspecta camarera se le acercó el encargado: cincuentón, gesto adusto como de estar oliendo algo descompuesto y morrillo alzado en un vano intento de mostrar altanería y autoridad. El jefecillo le dijo a la camarera con sequedad e imperativo desprecio: «Quiero todo esto limpio como la patera, ¿estamos? Y rapidito». La camarera asintió atemorizada, con la vista baja y sin dejar de limpiar. No lo dijo adrede en un rebuscado juego de palabras sarcástico, simplemente confundía patera con patena. Era un tiranuelo inculto. Pero más que su xenófoba comparación, lo que más asco me produjo fue lo de «rapidito». En esa palabra en diminutivo estaba toda la mala leche y el pequeño y rastrero poder de mando del jefecillo sobre una asustada camarera, probablemente con contrato a renovar.

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