La obra escocesa
Se debe evitar un nombre cuando decirlo (y escribirlo) trae mala suerte y desgracias
Con frecuencia, resulta jocosa la manera de dirigirse o hacer referencia a personas cuyo nombre se omite por variadas razones. Por ejemplo, por olvido o ... desconocimiento. He observado que repartidores y comerciales de hostelería se dirigen a los responsables de los bares con fórmulas de saludo que seguramente repiten por los numerosos locales que visitan porque no recuerdan el nombre de cada encargado. Aúnan la adulación y la ironía. Del manoseado «crack», que no puedo evitar que me suene a fractura, al castizo y siempre eficaz «campeón». Los hispanoamericanos elevan el listón con «máquina», «fiera» y la variante «tigre». Y establece cierta armonía con llevar entre manos una marca de leche autóctona el que saluda con un épico «'kaixo, gudari'».
En otros casos, se evita el nombre a propósito para intentar establecer una imposible distancia. Rosa Belmonte reseñaba la genialidad de que Ana Mato (la del PP) ante el juzgado se refiriera a su exmarido como «el señor Sepúlveda». Y que Lucía Bosé, cuando ya no quería saber nada de Dominguín, lo llamara «el torero». O puede ser por desprecio e inquina y la fórmula llevar aparejada una injuria o una revelación. El paradigma lo conseguía la madre de un amigo, también separada, cuando le dejaba caer o más bien despeñar: «El que dice que es tu padre». La sustitución del nombre también puede albergar una señal de respeto, incluso de mitificación. Tras el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera los falangistas comenzaron a llamarlo, con una resonancia entre el romanticismo y la fantasmagoría, «el Ausente», con lo cual pretendían mostrar lo contrario, que su espíritu estaba con ellos.
Una omisión triste y poética es la que se hace para mitigar el dolor de citar el nombre de la persona amada cuando el amor no es correspondido. En 'Borges', el inmenso diario que escribió Bioy Casares sobre la relación vitalicia con su amigo, cuenta que Borges, cuando sufría por su amor hacia María Esther Vázquez, le hablaba con frecuencia de ello y en vez de nombrarla empleaba siempre el casi impersonal «esta chica» con una gran melancolía.
Y por último se debe evitar un nombre cuando decirlo (y también escribirlo) trae mala suerte y desgracias. Pasa con alguna persona: un famoso actor del cine español, ya desaparecido, dicen que era un probado y potente gafe. Y sucede con el título de una obra de teatro de Shakespeare desde que se representó por primera vez y un actor murió en el escenario. En los aledaños de un teatro no se puede decir su título y este se sustituye por «la obra escocesa». ¿Cuál es? Vivo bastante cerca del teatro Arriaga.
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