

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Siempre me ha gustado llevar los zapatos un poco sucios. No mucho, claro, pero un poco sí. No sé por qué será. Es curioso. Quizá ... porque mi madre siempre quería que los llevara limpios y relucientes. ¿Podría deberse sencillamente a eso? No lo sé, me aterra pensarlo. Con el pelo me pasaba algo muy parecido. Ella siempre quería cortármelo y peinármelo, de modo que probablemente haya sido esa, me imagino ahora, la razón de que siempre lo haya llevado tan largo y despeinado.
Somos criaturas retorcidas, supongo. Aunque luego las cosas nunca suelen ser tan sencillas como parecen, Lutxo. Cuanto más convencido estás de conocer la esencia de algo, más tienes que dudar de ello. No te tienes que fiar ni de tus propias convicciones, Lutxo, viejo amigo, porque, con frecuencia, se basan en prejuicios y traumas. Pero bueno, estamos ahí, un día más, en la terraza del Torino, Lutxo y yo, viendo pasar al mundo con sus relucientes zapatos (mayoritariamente de estilo deportivo, eso sí), y dice: Ahora todo el mundo quiere estar bien calzado y ser feliz. Eso dice. Sin más. Pero tiene razón.
En nuestra época, cuando éramos jóvenes, la gente ni iba tan bien calzada, ni quería ser feliz. No digo que no les gustara serlo. Digo que no les preocupaba tanto ese tema. Que no era algo que estuvieran planteándose constantemente como si se tratara de una necesidad urgente. La gente entonces no tenía tantas aspiraciones personales como ahora, Lutxo: yo mismo he llevado zapatos con agujeros en las suelas. Había que meter trozos de cartón y ya está, le digo. Y me suelta: Qué tiempos aquellos. Y sí, eran entrañables.
Pero claro, la nostalgia está bien si es cómica. Si te inspira o te anima de algún modo. Si es trágica, no sirve para nada. No hay que añorar miserias: ser demasiado conservador es muy deprimente. La nostalgia es, en el fondo, una emoción que debilita. Y ahora nos está debilitando un poco, creo. Europa tendría que estar ahora muy unida en torno a la defensa de principios, valores y derechos humanos elementales que tal vez puedan estar en riesgo. Europa tiene que reaccionar unida. Y no me refiero tanto a armarse militarmente, claro, como a armarse de razón.
En cualquier caso, sin duda, la razón será el destino de la Humanidad. Lo contrario sería la sinrazón, y eso no puede ser. Pero la razón hay que defenderla. Cada uno en su lugar. Saber lo que hay que hacer es muy fácil: se trata de ir hacia más justicia y menos barbarie. Hay que reaccionar. La lucha se está librando en todo momento. El camino es siempre hacia una mayor justicia. A mí no se me ocurre otro, Lutxo, viejo gnomo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.