Noviembre
Los contemplativos, los melancólicos, los que tenemos el corazón encurtido en salmuera romántica, Lutxo, viejo amigo, a menudo, al llegar noviembre, sufrimos grandes nostalgias. Se ... puede tener nostalgia de algo que has perdido, pero que tuviste. O se puede tener nostalgia de algo que nunca has tenido, pero con lo que soñaste de joven. No haber viajado en el Transiberiano de Moscú a Vladivostok ha sido mi mayor nostalgia. Me moriré sin hacerlo. Ya es tarde. Ahora no tendría sentido.
Es lo que pasa con la vida, Lutxo. Cuando puedes hacerlo, porque al fin tienes tiempo y dinero, ya no te apetece. Ni siquiera te parece ya interesante o maravilloso. Y además, si recuerdas que tu fascinación por el Transiberiano se debe a una película de terror titulada, precisamente, 'Pánico en el Transiberiano', en la que actuaba Christopher Lee, y que con trece años, después de haberla visto un domingo por la tarde con tus amigos, al día siguiente, el lunes, faltaste a clase y volviste al cine para verla solo (puede que también hubiera alguna actriz rubia muy atractiva en aquella intriga, no lo descartaría), si recuerdas todo eso, Lutxo, entonces te das cuenta de cómo y con qué livianos ingredientes se elaboran los sueños, le digo.
Pero hay otra clase de sueños, me responde entonces él, muy solemne. ¿A qué te refieres, Lutxo, viejo gnomo?, le digo. Me refiero, por ejemplo, al sueño de un mundo sin fascistas, en el que reinen la Justicia y la Igualdad ante la ley, dice él, asintiéndose a sí mismo, como hacen muchos. Y le digo: lo que pasa es que tú has visto demasiadas películas del oeste. Y vuelve a asentir, claro. Todos hemos visto demasiadas, dice.
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