No lo sé
Nos hemos convertido en espectadores y a la vez en generadores de espectáculo
La condición humana es ambición y búsqueda sin fin. Hasta donde alcance. Tanto en lo individual como en lo colectivo. Y en el origen de ... esas dos ansias está la curiosidad. El ser humano añadió la curiosidad al fenómeno de la vida. La curiosidad o impaciencia por el conocimiento y, por consiguiente, la búsqueda de mejoras: ahí radica todo. En último término, como causa final, nos atrae esa búsqueda. Esa insaciabilidad. Ves una montaña y quieres saber qué habrá al otro lado. Es decir, necesitamos saber hasta dónde podríamos llegar. Y no solo nosotros. No solo los humanos. En cierto modo, también, el resto de los seres vivos que nos acompañan. Saben que estamos aquí y nos observan. Es la naturaleza entera la que observa los logros que vamos alcanzando y aguarda expectante el próximo paso.
Recuerdo que Stephen Hawking antes de morir me dijo, ente otras cosas, que el ser humano actual iba a ser manipulado genéticamente en cuanto se decodificara el genoma. Esto ya ha empezado. Y también dijo que nos extinguiríamos antes de mil años. Llevamos tres millones de años caminando como especie. En comparación, lo que queda es solo el punto final. No obstante, la gente más intuitiva piensa que no arriesgó mucho en la estimación de la cifra.
¿Puede una especie generada en un planeta concreto llegar a desarrollarse hasta el extremo de perjudicar y cambiar las condiciones de ese planeta? La respuesta, claro, es sí. Pretender ignorarlo es perverso. Porque la especie aspira a comérselo todo. No piensa. Tener éxito significa salirse y eso es lo que pretende. El debate, en realidad, es si las advertencias y consejos de un puñado de individuos, por muy pensantes y listos que sean, pueden detener el impulso suicida de su propia especie. Yo creo que no.
No obstante, en el ínterin, vamos a ver cosas muy sorprendentes y brutales, supongo. Ya se generan proteínas de la nada. Ya se cultivan riñones humanos para trasplantes. Pronto empezarán a generalizarse los chips e implantes cerebrales. Ya han empezado. Y a la vez el tejido social se deshilacha. Es cada vez más ralo. Y más raro. Y los individuos, más solos. Y más exigentes. Y mas enchufados a chismes. Con sus fobias y neurosis. Con sus sustancias químicas y sus fantasías virtuales.
Nos hemos convertido en espectadores y a la vez en generadores de espectáculo. Todo el mundo mostrándose a todo el mundo, todo el tiempo. Y todos aplaudiéndonos a la vez. Lo que no entiendo es el fenómeno Feijóo. ¿Qué loca ambición, ante la que no supiste defenderte, te ha llevado hasta ahí, hasta ese lugar desolado, hasta ese aciago callejón? Eso no lo sé.
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