Implacable
Es la tesitura brutal del cerebro humano: tener sed de justicia y llevar el crimen en la sangre
Que con un colorante vistoso y ciertos vocablos y ademanes estudiados se puede engatusar casi a cualquiera durante un ratito es cierto: lo sabemos. Así ... de frágil es el corazón humano. Y que el crimen lleva en sí mismo su propio castigo y que hace que el criminal viva, en adelante, estremecido: eso también lo sabemos, creo. Lo hemos visto mil veces. Las secuelas del crimen. De hecho, estamos hartas y hartos de verlo: es nuestra historia, sin más.
No obstante, por consiguiente, siempre habrá crímenes, me temo. En la feria del mundo, por muy feria que parezca, tras el bullicio del comercio brillan las armas con fulgor luciferino. Y en la subasta del mundo, por liberal que parezca, siempre se come la tostada el más fuerte. O sea, el más poderoso. O sea, el ejército más grande con las armas más espantosas. Y esa es la cuestión. ¿La justicia? ¿A qué justicia te refieres, Lutxo, a la nacional o a la internacional? Porque la verdadera justicia siempre queda relegada a un segundo plano; esa es, en realidad, la cuestión.
Lo estamos viendo constantemente. Y ahora, en este momento estelar, una vez más, estamos asistiendo como especie pensante y ansiosa de amenidades a un espectáculo desolador. Otro Holocausto bajo el sol. Otra Shoá. Porque eso es lo que significa Shoá. Catástrofe criminal humana. Ahora emitida a todo rigor. Pese a que se sigue eliminando a los periodistas que intentan informar. Van 52, creo haber leído.
A veces parece que uno o una tiende a creer que, a medida que vamos evolucionando, el crimen debería desaparecer y la justicia debería ser mayor. Y luego es terrible observar que no. Que no solo sigue triunfando el crimen, sino que estamos programados para entender que así sea. Como si lleváramos la injusticia y la guerra incorporadas en el ADN. Sabemos que lo que está haciendo Netanyahu es sembrar odio, venganza y crimen para, al menos, cincuenta años más. Pero, en términos de lógica militar, parece que eso se asume de un modo natural. Cada guerra propicia otra, tarde o temprano. Otro genocidio. Otra masacre más. Y esa es la tesitura brutal del cerebro humano: tener sed de justicia y llevar el crimen en la sangre.
Puede que se trabaje mucho en asuntos de diplomacia, leyes y pactos, pero nadie se olvida nunca de que al final está la guerra para zanjar las cosas una y otra vez. Y esa es la única ley que se cumple. Ahora bien, lo que pueda estar provocando Netanyahu con esta forma de matar no lo sabe nadie. Ya lo veremos. Pero no será bonito, eso seguro. Es la tragedia humana repetida una y otra vez hasta la saciedad. Es nuestra naturaleza implacable.
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