Qué complicación
La gente quiere ir a sitios solo para reparar en que no es allí donde quieren estar
Todo el mundo quiere viajar y las cosas se han complicado. Antes ya eran complicadas. Siempre lo han sido, naturalmente. Pero ahora lo son más. ... Esa es, de hecho, la cuestión. Que las cosas se complican sí o sí. De modo que, en consecuencia, van a seguir complicándose, no pueden evitarlo. Eso es, básicamente, lo que hay que entender, creo yo. Que las cosas van a seguir complicándose. La próxima crisis será la del concepto de verdad. Esto ya ha empezado, claro. Uno de los principales ingenieros de la nave, un super jefazo llamado Geoffrey Hinton, lo dijo hace poco con sencillez: «Ya no sabemos qué es verdad».
Eso fue lo que dijo, Lutxo, viejo amigo, le digo a Lucho. En la terraza del Torino, un día más. Y me dice: la verdad es un misterio. Así de simple. No obstante, la tendencia dominante que se impone no es la simplificación de las cosas sino precisamente su complicación. Todo es cada vez más complicado. Cuando se suponía que estábamos precisamente trabajando para lo contrario: para que todo fuera cada vez más sencillo.
¿Quién nos ha engañado, Lutxo?, le digo. Y me dice: los ingenieros. Y así es. En el futuro todo será mucho más fácil, te decían los risueños ingenieros. Los adelantos tecnológicos nos permitirán llevar unas vidas mucho más relajadas. Eso afirmaban. Los ingenieros son muy ingeniosos, supongo. Tal vez no, es igual. Sin embargo, los ingenieros y científicos en general siempre han sabido convencernos, con ese optimismo serio y formal tan fiable del que suelen hacer gala, de que el conocimiento mejora la vida. Eso, para ellos, es un axioma incuestionable. Y ya nos lo hemos creído todos: eso ya ni se discute. Hubo un tiempo en que sí, pero ya no.
Así que la pancarta tras la que vamos todos voceando la misma consigna es la que dice: conocimiento es poder. Ahora y siempre, los ingenieros han ido aumentado la velocidad de la nave. Hubo un momento en el que resultaba placentero y excitante sentir el viento en la cara, revolviéndote el pelo. Pero ahora ya no es ni placentero ni excitante. Puede que aún lo sea para algunos privilegiados. Pero aunque lo sea para esos pocos, son muy pocos. Que la verdad no existe, que lo que existe es el poder, esto ya lo dijo Nietzsche cuando aún sonaba raro. Ahora ya es obvio. Cosas que antes no eran obvias, de repente lo son. Y una es esa: la nave se está acelerando mucho. Y los que tienen los mandos dicen lo de siempre: que enseguida vamos a llegar al paraíso. Y aquí abajo, la gente cada vez más estresada y menos relajada. La gente quiere ir a sitios solo para darse cuenta de que tampoco es allí donde quieren estar.
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