Ansiedad
Triunfa el ceño fruncido y la provocación desafiante. La ONU ya no pinta nada
El mundo está raro. La violencia se está viniendo arriba. A este paso, pronto será la estrella de la fiesta. La estética juvenil se endurece. ... Se recuperan los viejos y entrañables saludos fascistas de antaño. Todos lo vemos. Lo vemos los de arriba y los de abajo. Vuelve la ostentación de la fuerza. Triunfa de nuevo el ceño fruncido y la provocación desafiante. La ONU, inmersa en una crisis sin precedentes, ya no pinta nada. Arte naíf, en todo caso. El respeto a la justicia internacional se ningunea con burla y haciendo alarde de ello.
Hay demasiadas banderas por todas partes. Los ejércitos de las grandes potencias hacen exhibiciones de armamento. Los políticos elevan el lenguaje ofensivo. Las palabras pueden significar lo que se quiera que signifiquen en cada ocasión y no pasa nada. Los líderes fabrican diatribas y amenazas para calentar los ánimos de los suyos, como suele hacerse siempre en los malos tiempos.
El equilibrio resulta incierto e inestable. Se acusa y se denuncia en falso sin que la calumnia tenga consecuencias para el calumniador. Se habla sin pudor de eliminar al otro. Muchos analistas internacionales creen que podría pasar casi cualquier cosa. La gente normal, el populacho, nosotros, la chusma plebeya, también lo creemos. Porque lo olemos. Porque lo vemos. En realidad, Lutxo, estamos empezando a asustarnos de nosotros mismos. Otra vez. Y no es la primera. Eso es lo malo: que todo es repetido.
Eso sí, el presidente Sánchez se está quedando en los huesos. La campaña de acoso y ataques en lo personal y familiar tiene desde luego el propósito de romperle emocionalmente. No obstante, él, siempre que sale, intenta dar una imagen de solidez, como si el acoso a su entorno personal no le afectara. Aunque está mucho más delgado, eso es obvio. Con los insultos que le han lanzado últimamente se podría llenar esta columna. Que haya dicho que algunos jueces, una minoría, hace política, no representa ningún ataque a la jurisprudencia. Es obvio.
Por desgracia, lo que hace patente el PP con tanta agresividad es su impaciencia. Su ansiedad. Su angustia. En el PP lo están pasando mal. Eso se deduce fácilmente. Feijóo va acelerado. Él no era así. Su estilo no es ponerse como una fiera. Sin duda, siente la presión. Y su equipo cercano, también. Debería llevar ya dos años gobernando. Y ahora algunos, dentro de su propio partido, empiezan a pensar que tal vez ya no sea el candidato más adecuado. A mí, de hecho, no me extrañaría nada que hasta él lo pensara, a ratos. Yo le miro a la cara y no lo reconozco, Lutxo, le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.
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