La caja de Pandora
Para los autores que no están en los grandes sellos, la feria del libro es un mal rato
Hace años, cuando empezaba mi carrera literaria y no tenía ni idea de dónde me metía, la editorial me envió a la Feria del Libro ... de Madrid. Yo era una desconocida, pero siempre he tenido la cabeza en las nubes y los pies en la tierra, así que mis expectativas estaban a la altura de la realidad. Empecé la jornada en la caseta de una conocida librería, compartiendo el espacio con un afamado escritor que, para ayudarme, me advirtió de cómo iba el baile. «Retrasa las firmas, habla con el lector, siempre es bueno hacerse esperar». Así lo hicimos, él firmó muchos más ejemplares que yo, pero la mañana resultó agradable y moderadamente fructífera.
Por la tarde, con un calor que se caían los pájaros, nos trasladaron a otra caseta y volvimos a coincidir; nosotros y un adolescente que tenía un canal en YouTube y al que le habían escrito un libro «autobiográfico» que llevaba por título 'Mi vida'. El escritor, más maleado por la profesión, se enfadó con los encargados de comunicación y le protestó a su agente por aquella comprometida situación de la que todo apuntaba que no íbamos a salir bien parados. Pero como todo estaba preparado, allí quedamos, a merced de una horda de jóvenes que aguardaban al sol limitados por unas vallas y varios policías. El adolescente estaba escoltado por sus padres y un par de empleados de la editorial y nosotros, más o menos arrinconados, nos dedicamos a sobrevivir a base de perplejidad. Muchos de los que se acercaron a nosotros eran avispados seguidores que nos preguntaban si éramos los padres de la criatura o trataban de sobornarnos para que tramitáramos la firma del insigne joven.
No sé cómo pude seguir escribiendo después de aquello, pero lo que sí hice fue negarme a volver a someterme a un espectáculo semejante. Fue la primera y la última vez que acudí a la populosa feria, me resultaban más confortables las de las pequeñas ciudades, colocadas cerca de parques y plazas donde la relación con el lector era próxima y verdadera.
Este año, en Madrid, algunos escritores tenían colas larguísimas de gente esperando mirar a los ojos de aquellos que les habían robado el corazón durante un rato. Eso me alegra, pero para la mayoría de autores que no están en los medios, o en grandes sellos, la feria del libro es un mal rato, una exposición, con frecuencia dolorosa, en la que solo disfrutan aquellos que saben venderse y prometer que su libro es una caja de Pandora. Eso le dijo mi colega escritor a una lectora y ella, con curiosidad, le preguntó: «¿Su mujer se llama Pandora?».
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