Hace una semana tuvo lugar el Festival de Música de Dale CandELA, una asociación que ayuda a luchar contra la ELA. Me hizo pensar mucho ... el mensaje que propagan. Que no es una enfermedad sin cura. Es una enfermedad sin fondos. «Y esto no debería ser un sálvese quien tenga».
Publicidad
Me entra el síndrome del impostor cuando abrazo causas, pero no pongo la piel en el juego. Levanto mi cerveza hacia las proclamas, pero hasta que no me implico no puedo enarbolar banderas. Y me pregunto cuántos de los que sacan la bandera de Gaza (que me parece bien) no sacan dinero de su bolsillo (que no está tan bien). Seguro que muchos piensan que ellos están para hacer la guerrilla, pero son 'los ricos' los que deben aportar a la causa. Pues no. Siempre se puede aportar algo, aunque sea la copa que te ahorres el próximo sábado.
Volviendo a la ELA, cada vez que pienso en ella me hago pequeñito. Cuando leo que una de cada 400 personas muere por ella, creo que no es una enfermedad rara. Es una enfermedad marginada. Yo no podría vivir una dolencia que respeta tu capacidad cognitiva, pero te obliga a estar prisionero en un cuerpo que cada vez se hace «más pequeño». Por eso dije que a muchos de los enfermos de ELA que oigo cantar a la vida les falta solo la maldita capa. Los héroes necesitan conflicto y este es el Everest de los conflictos. Y encima, se te cae el orgullo al suelo cuando escuchas a Lafita en una entrevista: «Jaime, cuando te diagnosticaron, te preguntaste ¿por qué a mí?». «No», dice él con esa maldita, mágica y sempiterna sonrisa, «me dije: ¿y por qué no a mí?». Jobar, Jaime. Vale que tu asociación lleva el logo de un vaquero… pero tú eres el puñetero sheriff. Dale candela.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión