Una coalición reeditada sin sorpresas
No puede decirse que el acuerdo sobre el nuevo Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE-EE haya sido una sorpresa para nadie. ... Desde el mismo momento en que se conocieron los resultados de las elecciones del 12 de julio, e incluso antes, se daba por hecho que el próximo Ejecutivo iba a reproducir la fórmula de la coalición bipartita que ha funcionado en los cuatro últimos años. Solo la irrupción de algún acontecimiento extraordinario inesperado o un trastocamiento brusco del mapa político, que no se ha producido, hubiese obligado a ensayar otra fórmula distinta que, a la vista de la realidad política existente, reflejada una vez más en las urnas, no se sabe cuál podría ser.
La alianza PNV-PSE puede considerarse ya un elemento estructural del sistema político vasco. No solo ha sido la que se ha articulado en la pasada legislatura, sino que cuenta con una tradición consolidada que se remonta a los años 80 y 90, en las que también fue la alternativa de Gobierno predominante con el lehendakari Ardanza. En cómputo global puede decirse que en las cuatro décadas trascurridas desde que se constituyó el primer Parlamento, en 1980, ha sido con diferencia la fórmula que tanto por su duración temporal como por los rendimientos que ha tenido ha sido la que ha prevalecido claramente sobre cualquier otra.
No es por casualidad que haya sido así. A la vista del mapa político que, elección tras elección, se ha venido dibujando en Euskadi, ninguna formación puede por sí misma reunir la mayoría suficiente para gobernar en solitario. Ello obliga a buscar acuerdos con otras fuerzas políticas para alcanzar el poder o, al menos, para evitar tener una oposición que impida gobernar. Y esto es lo que, dada la composición multipartita de nuestro Parlamento, ha venido ocurriendo hasta ahora, dando lugar así a sucesivos gobiernos de coalición. Y lo que también ocurre ahora, tras las últimas elecciones, con la reedición del pacto entre el PNV y el PSE-EE.
Cabe platearse si había otra coalición alternativa posible. A este respecto, hay que constatar que si bien la aritmética parlamentaria hace posible teoricamente formar una mayoría con el PNV y EH Bildu, reeditando así un frente nacional similar al que ya se dio en su momento con el Pacto de Lizarra (1998) o, en estos momentos, en la Catalunya del 'procès', la viabilidad política real de frentes nacionalistas de este tipo resulta más que dudosa. La propia experiencia catalana del actual 'procès' (como así mismo la de Lizarra hace dos décadas) sirven de muestra ilustrativa sobre lo que pueden dar de sí experimentos de este tipo.
Tampoco la fórmula de gobiernos monocolores, ya ensayada también entre nosotros en algunas ocasiones -la última, entre 2009 y 2012, con el PSE de Patxi López al frente apoyado por el PP-, parece que pueda proporcionar más y mejor operatividad política que la que aporta un Ejecutivo de coalición basado en un programa común para toda la legislatura. Sobre todo, cuando ese Gobierno de coalición está respaldado por una mayoría parlamentaria clara que, en principio, permite llevar a cabo las propuestas programáticas acordadas. O, si se prefiere, impide que puedan formarse ocasionales mayorías heterogéneas que, sin ser capaces de ofrecer propuestas comunes alternativas, pueden, sin embargo, bloquear la actividad del Gabinete e, incluso, también la del Parlamento. Lo que conviene tener presente a la vista de la situación que se viene dando en el Gobierno central y en sus relaciones con el Congreso.
En el momento actual hay, además, un escenario nuevo, que no se había dado en ocasiones anteriores y que condiciona de forma determinante la orientación y la actuación del nuevo Gobierno que se forme. La aguda coyuntura crítica -sanitaria, económica y social- en la que nos encontramos obliga a centrar en este terreno, con prioridad absoluta sobre cualquier otra consideración, las propuestas programáticas que guíen la actividad de la coalición de Gobierno en la legislatura que ahora comienza. Solo de esta forma va a ser posible concentrar las fuerzas necesarias (o, al menos, evitar la dispersión) para poder hacer frente a una situación tan excepcional como la que tenemos en el momento presente.
Y, para finalizar, hay que ser consciente de que dada la excepcionalidad de la situación, no basta en esta ocasión con tener un Gobierno que consiga superar el examen de la aritmética parlamentaria. Además de eso, y a la vista de las medidas, nada fáciles, que va a haber que adoptar a lo largo de la legislatura, van a ser necesarias también las operaciones de álgebra política para poder ir tejiendo acuerdos en materia económica y social que permitan ampliar el espacio desde el que poder afrontar en condiciones más favorables los efectos económicos y sociales de esta multicrisis, que dista mucho de estar controlada. Se trata de unas asignaturas pendientes sobre las que el nuevo Ejecutivo va a tener que trabajar mucho a lo largo de la legislatura que acaba de comenzar.
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