Chernobyl en primer plano
La serie televisiva es la más demoledora condena del comunismo
Es algo más que la miniserie estrella de la nueva temporada de verano de HBO. Es un espeluznante relato de lo que pasó en la ... central nuclear de Chernobyl en la madrugada del 26 de abril de 1986 y en los meses que le siguieron, durante los cuales las autoridades soviéticas intentaron frenar, como también silenciar, las verdaderos efectos de la catástrofe. Es Chernobyl en primer plano. Es ponernos delante de las narices unos hechos que en su día vivimos como si nos tocaran muy de lejos, como si no fueran con nosotros, cuando sí iban con nosotros, porque estaba en juego la seguridad de todo el continente europeo. Da igual que el guión cinematográfico haya alterado algunos detalles anecdóticos del desarrollo de la tragedia para darle una forma narrativa. Lo importante, lo esencial, lo pavoroso está ahí, en esos cinco episodios que ni exageran ni minimizan las dimensiones, las causas, las responsabilidades…
Habrá quien vea en esa producción británico-estadounidense un alegato contra la energía nuclear. Habrá a quien sea ésta lo que le dé miedo. Pero a mí lo que me ha inspirado pánico, al ver esa serie, es hasta dónde un sistema político puede llegar a potenciar la ceguera, la mediocridad, la estupidez humana. A mí lo que me ha producido terror e indignación es toda esa colección de burócratas oscuros, mezquinos funcionarios, gañanes con sueños de grandeza y delatores engreídos que desfilan por la cinta; de seres educados en el meritoriaje de la delación y sólo preocupados por ascender en el escalafón de la administración pública o la 'nomenklatura' estatal. Lo que me parece que provoca exasperación y espanto en esa serie es entender cómo, en nombre de una causa ideológica, se alzó un ciclópeo sistema que extrajo, promocionó y premió lo peor del individuo; cómo los trepas, los burros, los cantamañanas de partido hacen callar a los que saben y a los que piensan; cómo los callan con amenazas o apelaciones demagógicas y ridículas a la grandeza del socialismo, al espíritu de sacrificio, al orgullo nacional, a la lucha obrera, a la Gran Patria Soviética, a los enemigos… Toda esa charlatanería del camarada para aquí y el camarada para allá mientras Chernobyl arde y esparce su veneno radiactivo; toda esa orgía de la inoperancia en la que increíblemente ven un modelo a imitar nuestros populismos más escalofriantemente actuales y cercanos.
El problema no es la energía nuclear sino qué se hace con ella y quién lo hace. Chernobyl es la más demoledora condena del comunismo, porque lo que nos dice es que para éste no sólo la libertad sino la seguridad y la lógica misma eran un objeto de desprecio. Viendo esa serie se entiende por qué cayó la URSS. Y no se entiende cómo puede haber quien aún invoque entre nosotros, como agitando un icono respetable y sagrado, ese estrepitoso fracaso de la Humanidad que fue aquel orden político.
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