Alberto Garzón anunció ayer en el Ayuntamiento de Barcelona la prohibición de la publicidad de alimentos y bebidas «no saludables» dirigida a menores de dieciséis ... años. Fue un ataque directo contra el exceso de azúcar, aunque Ada Colau, que estaba al lado, no pareció darse por aludida. La medida pretende alejar de la infancia los anuncios de chuches, bollería, helados o galletas. Justo lo que cualquier niño considera nutrientes básicos. Y lo que cualquier quinceañero va a seguir consumiendo con anuncios o sin ellos porque el botellón requiere obviamente de refrescos, pero también de chocolate, por si sienta mal el cannabis. La noticia está en que al ministro de Consumo la prohibición igual le sale bien. Esta vez Pedro Sánchez no apareció al instante para decir que donde le pongan un buen sándwich de crema de cacao con su azuquítar y su aceite de palma… eso es imbatible.
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Sí, lo sé: cuando Michelle Obama consigue que Disney retire de todos sus canales la publicidad de comida hipercalórica nos parece algo estupendo. Lo que sucede es que, igual que la Mesa Redonda tenía un asiento peligroso, el Consejo de Ministros tiene un sillón ridículo. Garzón se ha sentado en él y después no es fácil levantarse. El sector de la alimentación se mostró ayer «sorprendido e indignado». Y muchos padres deben de estar preguntándose si en el Gobierno creen realmente que ellos la compra y los menús los hacen atendiendo al criterio nutricional de sus hijos (¡choco-pizza para desayunar!).
Atención, sin embargo, a las lorzas infantiles. Presumimos de dieta mediterránea, pero un 40% de los menores de nueve años está entre el sobrepeso y la obesidad. El dato es una barbaridad. Algo inadmisible. Piensen en la forma física de esos chiquillos y en que pronto tendrán que trabajar veinte horas diarias para pagar las pensiones del ejército de ancianos longevos y hedonistas que quedaremos a su cargo. No puede ser: tienen que adelgazar. En cuanto a los preadolescentes, lo de prohibirles los anuncios de chuches me confunde. Hay que aclararse. O el problema está en lo de la depravación moral, el egoísmo nihilista y la ultraviolencia antisistema o está en lo de que coman gominolas. Ambas preocupaciones a la vez son incompatibles.
PP
¿Qué Barcenas?
La Audiencia Nacional condenó ayer a Luis Bárcenas por el pago 'en B' de la reforma de la sede de Génova y al Partido Popular como responsable civil subsidiario del delito fiscal de la empresa a cargo de la obra. La sentencia demuestra que Bárcenas, o sea, el contable de uno de los dos grandes partidos de Estado, por tanto uno de los partidos que no solo se encarga cuando le toca de la Hacienda pública, sino que le exige probidad, seriedad, compromiso al ciudadano, pagó un millón en metálico, y en negro, por unas obras en lo que viene siendo su casa. Sin embargo, el PP considera que sobre Bárcenas y sus alrededores, que son ellos mismos, no hay más que decir. Si ese silencio es ridículo por insostenible, su explicación es ridícula por significativa: un partido negándose en redondo a que le sigan perjudicando sus propios actos. El paso siguiente es, por supuesto, contener la respiración. Hasta que se deje de hablar de Bárcenas.
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PAÍS VASCO
Bis y voto
El Parlamento vasco aprueba la reforma de la ley del Tribunal de Cuentas en una votación accidentada. En realidad, lo hace en la repetición de esa votación: un bis cuestionable en términos parlamentarios. Pasó que, en el primer intento, el que salió fatal, los que iban a votar a favor (PNV, PSE y PP) votaron en contra, aparentemente por la conocida Ley del Error Mimético que sostiene la Teoría General del Fiasco. Visiblemente enfadada porque los grupos parecían medio tontos, la presidenta del Parlamento («¡Qué lío!») mandó repetir la votación.
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