Los aranceles del señor Trump
Análisis ·
A pesar de la barreras EE UU no logra reducir su déficit comercialLos países del G20 concluyeron anteayer su cumbre en Osaka con un pronunciamiento «a favor de los fundamentos del libre comercio». Rebobinemos la historia para ... contextualizar la frase entrecomillada.
La primera semilla del gigantesco cambio social de nuestro planeta a principios del siglo 19 se halló en el principio de la división del trabajo preconizado por Adam Smith. La economía de subsistencia dio paso a la diferenciación productiva: cada ciudadano demostraría sus propias y peculiares habilidades. Para que la división del trabajo exhibiese todas sus potencialidades fue necesario el traslado de la población desde las zonas rurales hacia los núcleos urbanos facilitando así la aparición de la fábrica. La fábrica -un invento decisivo- potenció la división del trabajo y aportó gigantescas economías de escala. De estas dos instituciones surgió el progreso del mundo moderno hasta nuestros días.
Luego el Reino Unido y más tarde Europa promocionaron el comercio entre los pueblos, algo que ya habían auspiciado Adam Smith y David Ricardo. Ambos señalaron las modernas pautas del intercambio exterior al formular la teoría de la ventaja absoluta y la teoría de la ventaja comparativa, respectivamente.
Sin embargo, los países han venido obstaculizando periódicamente el libre juego del comercio internacional agregando al precio de compra -el precio de sus importaciones- unas tasas llamadas aranceles o estableciendo límites al producto importado, los cupos o contingentes. De esta manera el gobernante desalentaba a los compradores domésticos a realizar importaciones de otros países con costes relativos menores. A la fecha, la Organización Mundial del Comercio es la Institución multilateral que regula, ordena y vigila el comercio mundial y las manipulaciones en sus precios o en sus cantidades. Los gobiernos imponen aranceles o contingentes a los productos de sus competidores cuando sus balanzas de pagos incurren en un déficit comercial notorio y sostenido.
Todo lo anterior es importante para interpretar la actual guerra comercial desatada por Donald Trump. La capacidad de discernimiento económico del presidente de los Estados Unidos es sin duda limitada, lo cual no le exime de la responsabilidad de las nefastas políticas proteccionistas alentadas por los expertos de su gabinete. La razón es que la guerra de aranceles iniciada por los americanos no solo es perversa para el desarrollo del comercio mundial por la dinámica acción/reacción, sino que no consigue en quien la promueve los objetivos de equilibrio deseados y ello por la ignorancia manifiesta mostrada acerca de los verdaderos motivos de los déficits comerciales, en este caso del déficit estadounidense.
Que Trump no consigue reducir su déficit comercial se revela en la evidencia de las cifras. A pesar de sus ataques directos y amenazas larvadas el déficit comercial americano a diciembre de 2018 ha alcanzado un récord de todos los tiempos para el país, 625.000 millones de dólares.
Pero queda lo más importante. Los estudiantes de nuestras facultades de economía conocen una identidad básica de la contabilidad nacional de un país, una identidad que no tiene ningún ingrediente teórico o subjetivo, y que es mera tautología. Una identidad crítica para entender los déficits comerciales, según la cual estos son idénticos a la diferencia entre la inversión y el ahorro privado doméstico. O sea, (Importaciones-Exportaciones) = (Inversión-Ahorro). Para que la primera parte de la fórmula se iguale y el déficit comercial desaparezca debe, en consecuencia, igualarse la segunda parte de la misma. En los Estados Unidos el déficit comercial es el espejo del déficit de financiación del sector privado que asciende a finales de 2018 a 894.000 millones de dólares.
El déficit comercial americano proviene de que el ahorro doméstico no es suficiente para financiar las inversiones domésticas y, en consecuencia, el país tiene que importar más de lo que exporta, lo que conduce a un saldo comercial negativo.
Una derivación adicional es que, para financiar su déficit comercial, Estados Unidos tiene que importar capitales del extranjero, o lo que es lo mismo, sus emisiones de deuda tienen que ser adquiridas por no residentes. Pero eso es harina de otro costal. El dólar es la moneda de reserva mundial y los inversores internacionales están encantados de contar en sus carteras con títulos públicos americanos.
Tal vez, este fin de semana en Osaka, alguien haya osado susurrar al mandatario americano la inconsecuencia de sus desmanes.
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