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75 años de tradición y 'txismes'
La cuadrilla del triángulo en la txapela otorga «a todos sus blusas» el premio honorífico anual, recogido por el veterano Jaime López Wolkoff
Los Txismes conservan como un tesoro la esencia del vitorianismo con sus fiestas y folclore. La tradición. Lucen por emblema un triángulo cosido a la ... txapela, prenda nuestra de obligado uso en su indumentaria, que lucen a modo de declaración de sus intenciones. Dentro de la figura aparecen un txistu y un tamboril, la representación misma de la música vasca. Nacieron del grupo de danzas Txirinbil y ahora tienen estrecho vínculo con la Asociación Cultural de Arte Popular Vasco Indarra, otro guardián del ADN alavés, y la sociedad gastronómica Hor-Konpon.
La singular cuadrilla de blusas, y de un tiempo a esta parte también de neskas, está de celebración. Nacida en 1950, cumple 75 años contribuyendo a La Blanca con su saber estar, entre la chufla y la elegancia, también punto de encuentro de vitorianos reconocidos que se han reinventado para sostener el pasado en presente. Se citan solo un día, cada 6 de agosto a las diez y media de la mañana para arrancar su peculiar jornada vistiendo de 'txisme' al Caminante con blusa negra, pantalón de mil rayas, pañuelo y faja rojas y, por supuesto, la boina.
Después de años de pérdida de presencia en las calles, también de militancia entre los suyos por obligaciones paternales o vacacionales, en 2000 llamaron a filas a muchos de aquellos para conmemorar las bodas de oro y se sorprendieron de la respuesta. Había que reflotar la simpática cuadrilla que fue. «Recogimos los frutos de nuestros aitas respetando la tradición. Es una fórmula, la de salir un día, que gusta. Si lo hiciéramos todos, igual se perdía la esencia», reflexiona Mikel Arce, hijo mayor de Juan Ignacio, uno de aquellos que se puso serio en su día para preservar el legado de los anteriores. De los fundadores.
Se citan solo un día, cada 6 de agosto a las diez y media de la mañana para arrancar su peculiar jornada vistiendo de 'txisme' al Caminante
En el argot alavés, un chisme es un vaso de vino, una consumición de trago corto. No debe confundirse con chascarrillo o baratija. Se le atribuye el apelativo a Jesús Torre, el encargado de pedir aquellas rondas en la Cuchi y uno de los creadores de la cuadrilla inicialmente llamada 'Los Chismes'. Otro histórico, José Miguel Ollora, 'Txapela', a cargo de un atabal, ejemplo de perseverancia festiva, vivió el tránsito lingüístico del nombre al euskera a mediados de los 70.
Después de tantos años se agolpan los 'txismes' (comentarios jocosos) en la memoria. Ollora recuerda que «el 5 de agosto íbamos al Hospicio con dulces y algunos cigarrillos....», se ríe por lo del tabaco. Pero sobre todo rememora, y casi hasta se avergüenza, aquellas «juergas impresentables» en la plaza de toros. Era Los Txismes una cuadrilla taurófila pese al desmadre. «La lidia era la excusa para la chufla». El momento de la merienda y la bota de vino, la espera a que en plena faena, con el toro embravecido, atronara entre los tendidos y la terraza la trompeta del añorado AnttonIturbe. Por el camino se han quedado muchos otros 'txismes' distinguidos.
Con los tres celedones vivos
El 6 de agosto es el día de vestir al Caminante, almorzar en la Virgen Blanca sentados y servidos en dos mesas corridas que ya son estampa de la ciudad en fiestas, honrar a la virgen con un aurresku a cuatro y un ramo de flores, potear, almorzar y revivir la vuelta de los toros. Pero sobre todo es la jornada de entrega del 'Txisme Honorífico', un humilde reconocimiento a quienes contribuyen a la grandeza de las fiestas de Vitoria-Gasteiz.
En esta ocasión, anunció Juan Ignacio Arce, 'Txato', la distinción se otorgó a «todos aquellos blusas de nuestra cuadrilla», con agradecimiento «a estas generaciones de jóvenes y no tan jóvenes que conviven en la cuadrilla, que sigan aportando esa ilusión e interés por seguir siendo 'txismes'». Uno de aquellos primeros blusas, Jaime López Wolkoff, recibió «muy emocionado» el pañuelo distintivo antes de cantar un bertso y posar orgulloso con los tres Celedones vivos: Landa, Ortiz de Urbina y Kerejazu. En su vuelta a Vitoria después de años, el hombre recordó que las fiestas de su juventud eran «menos concurridas, más familiares que las actuales.
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