El Himalaya trae a Bilbao recetas del Nepal

Una de las formas más comunes de abrirse camino cuando uno es emigrante es ponerse un delantal y servir allá donde esté las recetas tradicionales de su tierra. Gracias a esos nómadas de la gastronomía popular podemos disfrutar en nuestras ciudades de platos oriundos de las llanuras chinas, el desierto mexicano, las costas africanas o las montañas del Himalaya.

La mayoría opta por adaptar su repertorio a lo que Occidente espera de ellos –suavizando salsas, rebajando picantes o sustituyendo ingredientes– pero solo algunos ofrecen una experiencia auténtica, capaz de evocar un viaje hasta los confines del mundo. El restaurante de Binod Poudel y su esposa Maya en la calle Iturribide está entre estos últimos. «Queremos que nuestros clientes se sientan como en Nepal», aseguran. Para lograrlo han llenado su diminuta casa de comidas de detalles decorativos traídos de su tierra, pero eso es lo de menos, el verdadero viaje está en el plato.

Nacido en las faldas del Annapurna, Poudel es un viejo conocido de casi cualquier aficionado bilbaíno a la cocina india, pues ha trabajado antes en otros restaurantes de la ciudad y no se le olvida una cara. Tras pasar por el indio de Alameda Rekalde y probar suerte en un local de grandes dimensiones de la calle Amistad, a finales del año pasado abrió junto a su mujer este pequeño figón en la calle bilbaína que más se podría parecer a Katmandú.

No le ha costado mucho labrarse una reputación como el mejor restaurante indio de la ciudad, aunque él insiste en diferenciar las tradiciones culinarias india y nepalí. «Aunque comparten muchas preparaciones, una es más picante y la nuestra, más especiada y aromática», explica.

Su carta incluye los clásicos de la cocina india internacional, pero también algunas preparaciones propias de las montañas que están entre lo más interesante del menú. Cuentan con el tradicional horno tandoori y todas las recetas están cocinadas con especias importadas de Nepal, pero lo que marca la diferencia de sus platos es que se cocinan prácticamente a diario. Da mucho más trabajo que tirar de congelador, pero el resultado es notablemente distinto.

Ofrecen un pequeño menú degustación por unos ajustadísimos 16 euros que suele arrancar con un surtido de los aperitivos tradicionales. Sus pakoras de verduras o las samosas con salsa de garbanzos están entre las mejores que hemos probado hasta la fecha. En cuanto a los guisos tradicionales, el suave y balsámico Tikka Massale encantará a quienes se inicien en la cocina india, mientras que quienes quieran hincarle el diente al Annapurna disfrutaran del exquisito Tikka Timmuri.

El restaurante es pequeño y suele coger dos turnos de reservas para dar cabida a todos sus fieles, pero también ofrece la carta para llevar a casa. Algo así como subir el Himalaya sin moverse del sofá.