Género y estilo en el Almazen de Añana

Beatriz Pascual no eligió un lugar cualquiera cuando decidió compartir su experiencia gastronómica. Un antiguo depósito de sal frente al enclave del Valle Salado de Añana, un paisaje único en el mundo, fue el sitio elegido para levantar el Almazen. Se trata de un restaurante en el que diez personas se sientan a la barra que rodea la cocina para disfrutar de una gastronomía local con mayúsculas.

La historia de esta chef comienza con un periplo culinario en ciudades como Cádiz, Mallorca o Santiago de Chile, como titular de una empresa con servicio de cocina a la carta en fincas, chalets, barcos y eventos. Luego, el destino quiso que volviese a Espejo, su tierra, donde con el apoyo de su familia decidió que había que darle un cambio a La Kabaña, un local conocido de la comarca.

Tras adquirir más conocimientos gastronómicos en Yandiola o el Zaldiaran, pasó a ofrecer una cocina basada en el contacto directo con los productores locales de Valdegovía y Añana: platos elaborados con verduras ecológicas locales, carnes de ternera y potros criados en las laderas de nuestras montañas, patatas, trufa… Así que artesanía más creatividad más producto dan lugar, en su caso, «a la magia de la transformación de los alimentos».

En Almazen no hay carta, pues el menú consta de un aperitivo, tres entrantes, pescado, carne y dos postres, todo de temporada. «El menú cambia también en función del público: si es gente mayor o más joven, con más ganas de probar cosas nuevas…».

Como ejemplo, uno de estos días ha servido salmorejo de remolacha, tartar de atún de almadraba con espinaca malabar en texturas, crema de patata de Valdegobia, huevo campero de Espejo, cecina de potro y vainas tiernas, pulpo a la brasa sobre crema de cebolla morada de Zalla y txupito de ensalada Martina, solomillo de ternera y potro a la brasa con pimientos asados al carbón y perlas de hongos, así como postres caseros con quesos de la comarca, chocolate y sal de Añana.