Hermanos Meabe: «Vendemos menos pimiento por la situación de la hostelería»

¿Vida normal? Sí, pero con precauciones. Dentro de que lo que cabe hemos podido mantener una actividad normal, no nos podemos quejar». Los hermanos Óscar e Iñaki Meabe Ugarte mantienen la producción de sus invernaderos en Derio y, por lo tanto, no han sentido con tanto rigor las consecuencias de la pandemia. Pero seguir con la labor les obliga a desplazarse tres o cuatro veces a la semana hasta Mercabilbao para dejar el género, con el consiguiente riesgo de contagio. «Durante las primeras semanas nos apañamos porque teníamos muchos guantes y unas mascarillas, que limpiábamos con lejía y agua caliente cada vez que las usamos, porque en las farmacias no había», asegura Óscar.

El espacio en el que se mueven los hermanos y sus cuatro trabajadores (unos 16.000 metros cuadrados de invernadero) les permite al menos «no estar apelotonados». Su actividad, que les valió el primer premio en la categoría de explotaciones agrícolas otorgado por la federación de cooperativas vizcaínas Lorra el año pasado, se centra en los productos más tradicionales del campo vasco (puerros, cebollas, cebolletas, tomates de label o pimientos de Gernika), y han notado que una de las salidas comerciales, la hostelería, está fallando. «Después del parón por el confinamiento la situación mejoró pero desde septiembre ha vuelto a caer y eso lo notamos en la venta de pimientos, para lo que dependemos de los restaurantes y los bares. Vivimos en una montaña rusa».

La campaña requiere también la contratación de dos o tres personas más y la consecución de más mano de obra también está difícil, en una queja repetida por todos los agricultores. «Veremos, estamos intentando reorganizar las ventas a través de las amas de casa», explica Meabe.

Los dos hermanos vienen de una familia de baserritarras afincados en el caserío desde que en los años 30 del siglo pasado su abuelo adquiriera los terrenos donde desarrollan su vida y su actividad. Su padre mantendría la explotación clásica de ganado y huerta hasta que en la década de los 80 empezó a colocar los primeros invernaderos, proyecto que unos años más tarde los hijos ampliarían cuando se implicaron definitivamente en el negocio.

Dedicados al oficio de baserritarra desde su juventud, los dos hermanos Meabe no han necesitado lecciones de nadie para comprender que el suyo es un trabajo «muy esclavo; somos autónomos y de los autónomos no se acuerda nadie. Y habrá gente que va diciendo que vivimos de la PAC (Política Agraria Común y sus subvenciones), pero el sector no recibe nada, salvo las ayudas de la Diputación por ampliación de invernaderos o compra de maquinaria, que es un porcentaje del total», explica.

Y vivir al día tiene sus riesgos y más cuando la competencia, como los virus o las plagas, llega pronto a cualquier parte. «Si un año ganas cuatro es mejor que te guardes tres, porque no sabes lo que te espera. La Administración te da pocas soluciones cuando llega una plaga, proponen métodos biológicos para evitar el uso de pesticidas pero son técnicas incipientes cuando nosotros necesitamos soluciones ya».

Y la competencia resulta, a su juicio, desleal: «Nosotros estamos obligados a ceñirnos a la ley en los contratos, cuando de Marruecos llegan pimientos parecidos a los de Gernika por cuatro pesetas, a precios de risa. No competimos en igualdad de condiciones».

Pero siempre queda un margen para la esperanza, la intuición eterna y conservadora de los baserritarras, convencidos de que siempre que llueve escampa, y el optimismo que, al menos en Óscar Meabe, suscita la confianza en los consumidores vascos: «Nos queda la suerte de que la gente valora el producto local».