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La pizca extra de sal es un error que eleva el riesgo de muerte prematura

Uno de los mayores ataques que podemos cometer sobre nuestra salud vascular es añadir más sodio a la comida una vez que ya está en la mesa

Viernes, 15 de julio 2022, 00:26

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Aparte el salero de la mesa. ¡Fuera! O si quiere dejarlo encima de ella, cocine sin sal. Uno de los mayores golpes que podemos asestar a nuestra salud es alegrar el plato con un poquito más de sodio. No lo haga. Una vez cocinada, la comida no requiere un aporte extra de este condimento. Si le sabe soso, acostúmbrese a comerlo así o busque soluciones imaginativas como las que vamos a proponerle hoy. Ese poquito más de sal que tan bien nos sabe puede suponer la muerte, según advierten los expertos. ¡Y con la vida no se juega!

El problema, en realidad, no es la sal, sino el sodio que contiene, según recuerda el médico nutricionista Javier Aranceta, de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Cada volumen de sodio retiene seis de agua, lo que favorece una mayor presión arterial. La fuerza que ejerce el flujo de sangre sobre su cañerías, que son las venas y las arterias, resulta tan fuerte que puede poner en riesgo nuestra vida, con ictus, infartos, trombosis... Lo confirma un estudio publicado esta semana en la revista de la Sociedad Europea de Cardiología, 'European Heart Journal'.

A favor y en contra

La pizca de sal con la que aderezamos los platos a nuestro gusto eleva el riesgo de muerte prematura en un 28%. El trabajo se han hecho con un grupo de población de más de 500.000 personas. ¿Qué significa ese 28% en concreto? Lo explican los autores del trabajo. En la población general, según cuentan, fallecen antes de tiempo tres de cada cien personas. Esto es, entre los 40 y los 69 años. La chispita de sal elevaría esa cantidad de víctimas del sodio en una más, hasta cuatro.

Para valorar el impacto de todo esto, hemos contactado con dos expertos. La especialista Teresa Partearroyo, del Comité de Nutrición de la Fundación Española del Corazón (FEC) y profesora de Nutrición y Bromatología en la Universidad CEU-San Pablo, considera que el trabajo es «muy bueno», aunque desde el punto de vista metodológico presenta alguna laguna. A su favor tiene el amplísimo grupo de población estudiado, sus autores y la publicación que la ampara, de reconocido prestigio. Pero juega en su contra la dificultad de medir cuánto es ese extra que cada uno se echa del salero.

«Ni siquiera los libros de recetas o los profesores de escuelas de Cocina u Hostelería son capaces de determinar qué es una pizca. Para cada cocinero es una cantidad diferente», argumenta. Se conoce mejor el abundante aderezo que tomamos de alimentos procesados o semipreparados. Algunos trabajos sitúan esa 'sal invisible' –un concepto que suma la utilizada como conservante y la que contiene cada producto de manera natural– hasta en el 75% de nuestro consumo diario.

Consejos nutricionales

El cuerpo, según apostilla Aranceta, necesita sodio. El contenido en no más de cinco gramos de sal al día según la OMS o seis, para la SENC. A partir de los 60 años, la paulatina pérdida del sentido del gusto, unida a la aparición de enfermedades crónicas ligadas a la edad, lleva a que la mesa pierda atractivo. Si a otras restricciones de salud le añadimos encima tener que comer sin sal, apaga y vámonos. La mesa, recordémoslo, no es solo comer, sino también la compañía.

Por eso, una buena forma de controlar el sodio que ingerimos es apostar por sales bajas en sodio y especialmente las de roca, como la sal de Añana, que tiene la ventaja extra de carecer de contaminantes marinos. Otra buena idea es consumir productos ricos en potasio, como el plátano, que permite equilibrar el efecto del sodio. Hay que cuidarse, pero sobre todo, vivir.

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