Vinos para la mesa navideña

Si, en las tierras míticas de Tolkien, hubo un anillo para gobernarlos a todos, ¿por qué no pensar en un vino para todos los platos, de principio a fin en el menú navideño? A los expertos reunidos en la cata de Jantour de cara a las fechas navideñas, el cocinero Ricardo Pérez, el sumiller Asier Santisteban y la socia fundadora de Artean Wines, Teresa Guilarte, el Juvé & Camps Gran Reserva Brut 2017 les parece ese vino que puede maridar con cualquiera de las elaboraciones. «Acompaña a todo. Y huele y sabe a brioche y a pastel de manzana».

Proponen otras muchas opciones para ese menú con el que juntarse esta Navidad. Para empezar la charla y la comida, el Piérola Crianza 2019, «un clásico muy expresivo, con fruta roja que se nota más en boca que el tostado que se percibe en nariz», bien podría tomarse con una gilda con queso; y el «muy aromático y muy fresquito pero con chicha» blanco Iñurrieta Orchidea 2022 invita a preparar unos taquitos de salmón ahumado. Y El Rayo, el tinto crianza 2020 de bodegas Olarra, «con bastante acidez que aligera toda esa potencia que tiene», un canapé de cecina con su chorrito de aceite de oliva virgen extra por encima.

Para una simple y buena txistorra de aperitivo, llega a la mesa el Marqués de Cáceres Reserva 2018, que demuestra que también es válido para ir entrando en materias más sólidas, tal vez con unos fritos.

Y si nos ponemos con recetas más elaboradas, el Dominio del Berzal Crianza, que resulta muy floral y fresco en nariz y en boca sigue siendo bastante fresco a pesar de sus 14,5º de alcohol, merece unas croquetas de hongos. El tinto Izadi Selección 2018, con uvas Tempranillo, Garnacha, Malvasía y Graciano vendimiadas en microparcelas y con un toque especiado (regaliz, tomillo, romero), pide algo como una tarrina fría de foie, asegura Pérez. «Este está pensado para aguantar más en botella», anuncian el chef y Guilarte. El revuelto de cantarelus casa muy bien con la suavidad y cremosidad del XR de los Herederos de Marqués de Riscal, el Reserva de 2017 que «parece más joven por ser muy expresivo y tener aun mucha fruta. Combinaría con cualquier cosa».

Para poder pasar a mayores, y limpiar un poco con algo fresco, aquí una receta sencilla y ya típica: aguacate –en su punto, por favor, para poder apreciarlo– con langostinos y una salsa rosa suave. ¿Con qué vino? Con Finca El Ribazo 2018 de La Marquesa, un Tempranillo de cepas de más de 35 años que «huele a flores, a cerezas licorosas, cacao y café. Muy golosón y jugoso».

Y ahora sí, platos con enjundia. ¿Unos caracoles con su choricito, a la vizcaína más clásica? Pues abramos el Baigorri Las Navas 2021, la primera viña plantada por la bodega en 2010. ¿Una merluza rebozada con sus pimientos rojos? El Monte Real Gran Reserva 2016, «de toda la vida: amable, rico, fácil de beber y combinable». ¿Kokotxas de bacalao o un lenguado a la menier? Pensante Maturana 2015, todo un hallazgo con esa uva complicada que ha sabido tratar Casa Primicia. La botella de Viña Arana Gran Reserva 2015, «que huele a coñac y tiene un tanino potente y sofisticado», lo mismo invita al bacalao al pilpil que a la paletilla de cordero asada. Y VS Murua 2020, viñedo seleccionado, «con aroma a golosina y aterciopelado en boca» (de 15º, por cierto) al cordero o al rodaballo, grasas y texturas más densas.

Hay vinos para los postres, y no son los dulces. En tintos, Venta Jalón 2016 remite a las peras al vino o una compota «con todo»; la Selección Especial 2019 de Muga, que es un seguro para el menú completo, a un postre de chocolate; el Bosconia 2012, «largo y suave y delicado», a la tradicional bandeja de turrones, pasas, mazapanes; y «el vino de Rioja blanco nada clásico» de Eguren Ugarte 2019, un líquido cremoso y sedoso hecho con Tempranillo y Garnacha blancas, a una tarta de manzana o al queso de tetilla con sus mermelada de frutas por encima.

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