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Un momento de la fiesta que promociona el enoturismo en Ribera de Duero.

Día V: cuando el vino prende la chispa en las tierras del Duero

Cinco de las bodegas más emblemáticas de Ribera del Duero, Tinto Pesquera, Protos, Alión, Pago de Carraovejas y Emilio Moro, se unen en una fiesta que pone en valor la zona

Viernes, 6 de junio 2025, 19:40

lourdes aedo

En una tierra de viñas, piedra y silencios largos, cinco bodegas de Ribera del Duero han unido fuerzas por primera vez para alumbrar algo más que una fiesta del vino: un gesto valiente para poner en valor el territorio, dinamizar los pueblos y demostrar que el futuro también puede escribirse desde lo rural. Lo llaman Día V y no solo ha sido un evento enoturístico de altura; ha sido, sobre todo, una declaración de amor —y compromiso— con esa Castilla que no se rinde. Cinco casas con nombre, historia y sueños en las barricas: Tinto Pesquera, Protos, Alión, Pago de Carraovejas y Emilio Moro han sido las protagonistas.

El Día V —así, con esa letra que evoca victoria, vendimia, vino y, quizá, algo de venganza contra la rutina— no fue una fiesta al uso. Ni pancartas de cartón mojado ni discursos huecos. Fue una operación milimétrica de placer organizada con la disciplina de un ejército bien surtido. Más de 700 almas –con entradas agotadas desde días antes– divididas en cinco compañías de asalto enoturístico, cada una con su hoja de ruta marcada en la entrada. La premisa era sencilla: dos vinos por bodega, maridados con tapas de la tierra, música en directo y acceso al santuario del vino: la bodega y el bodeguero.

Podría pensarse que todo está dicho en esto del vino y de los brindis, pero no. Hay momentos —raros, únicos— en los que la copa no es solo copa, ni el trago puro deleite. Hay ocasiones en que el vino sirve, también, para contar quiénes somos, de dónde venimos y por qué algunos aún se empeñan en quedarse donde otros se van. El Día V fue eso: un mapa de la Ribera del Duero dibujado con vino y principios. Una experiencia inmersiva que replica la unidad de bodegas del barrio de La Estación en Haro.

Tinto Pesquera abrió el fuego con su excelencia tranquila, esa que no necesita alzar la voz. Sirvió su MXI 2021 y el Reserva 2020 con una tapa de trufa de primavera y garbanzos con oreja: plato recio, castellano, que sabe a mesa de invierno y cuchara de madera. Lo completaron fresas de Ideal Fruits, dulces como un pecado venial. Pesquera habló de amor por el vino, pero también de resistencia: la del que sigue creyendo en la tierra aunque no se lo aplaudan.

Sinfonía de aromas y sabores

Protos puso en pie su bandera: la sostenibilidad. Que no es palabra vacía cuando se cuida el viñedo como a un hijo. Vertebró su discurso con un Verdejo Reserva 2020 y un Protos'27 2022, y los maridó con dumplings de lechazo y ramen churro. A su lado, las lentejas de Tierra de Campos y los espárragos de Tudela dieron el contrapunto.

En Alión, la diversidad se sirvió en copa. Vinos modernos con alma vieja: Mandolás 2022 y Alión 2021. Al fuego, un pincho de lechazo al sarmiento, cocinado al fuego vivo. Quesos de La Flor de Esgueva completaban el altar. Alión no quiso enseñar músculo, sino paisaje: viñedo, piedra, horizonte y viento. Y una forma de mirar que sabe que no hay modernidad sin raíces.

Pago de Carraovejas fue la voz de la autenticidad. El vino como espejo del terruño. Servido en su versión 2022 y en la blanca y vibrante expresión de Ossian. Lo acompañaron una pastela de cochinillo y unas sopas de ajo que podrían resucitar a un muerto. También hubo empanada de verduras: Castilla vegetal, que también existe. En cada plato, un pellizco de orgullo. En cada copa, una invitación a no mentirnos.

Y Emilio Moro, claro. Tradición, sí, pero con bisturí láser. Descorchó La Revelía 2022 y el majestuoso Malleolus de Valderramiro 2021. En el plato, carrillera al vino tinto con cebolla caramelizada. Fue una sinfonía en tono menor, de esas que no necesitan fanfarria para emocionar. La ensalada de conejo escabechado cerró la escena como lo haría un verso suelto en un soneto perfecto.

Cinco valores, cinco casas, cinco maneras de honrar una tierra que no se rinde. Porque mientras en las ciudades se habla de España vaciada con discursos de despacho, aquí se pone vino en la copa, pan en la mesa y se abren las puertas a quien quiera mirar –de verdad— lo que hay detrás de una etiqueta.

Día V no fue solo un evento. Fue un brindis serio y lúcido por esos pueblos que se defienden con vino, con talento y con el coraje silencioso de quienes aún creen que quedarse también es una forma de avanzar. Y lo mejor, hay compromiso para continuar avanzando juntos. De momento Día V será bianual.

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