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«Vete a Bilbao, aquí no tenemos futuro»

Niños de Chernóbil ·

Diana Vashylysyna quiere cruzar la frontera por Polonia para ponerse a salvo con su familia de acogida

Sábado, 26 de febrero 2022, 01:14

Diana Vashylysyna, una joven que vivía en Ivankiv, cerca de la planta de Chernobíl.

Diana Vashylysyna no puede parar de llorar. Está en Ivankiv, a 40 kilómetros de Chernóbil. La planta nuclear -con 3 reactores activos- ha sido tomada por el ejército ruso hace apenas unas horas. Es un desastre para Ucrania. Los soldados de Putin controlan la ciudad, en la que ya no hay luz, ni agua corriente, ni cobertura móvil. Muchos edificios administrativos están en llamas. La madre y los abuelos de Diana le dicen que se siente, que tienen que hablar con ella. «Tienes que irte a Bilbao. Aquí no hay futuro. Tú eres joven y tienes toda la vida por delante». Diana no puede parar de llorar.

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Ella es uno de los 'niños de Chernóbil'. Nació en la zona afectada por la radiación tras el desastre nuclear de 1986. Como muchos otros niños, siendo muy pequeña empezó a salir de su pueblo durante los veranos. La idea era muy simple: que los niños viajen a entornos más saludables para que, por lo menos durante un tiempo, puedan escapar de la zona contaminada, evitar el desarrollo de enfermedades y fortalecer su salud. Ha pasado veranos en Bilbao desde los 3 a los 18 años. Siempre con la misma familia: César, Nerea y su hija Lucía. Para ella, son como unos segundos padres y una hermana.

Hoy tiene 20 años y estudia en la universidad. Quiere ser intérprete de inglés y castellano. Lo que nunca le ha gustado es el ruso. César y su familia la adoran. Para ellos también es como una segunda hija.

Diana todavía se estremece cuando recuerda el sonido de los primeros cohetes que cayeron cerca de su casa, que está a apenas una hora de Kiev. Mucha gente «entró en pánico». En Bilbao, a 3.500 kilómetros de distancia, César y su familia no se lo pensaron dos veces. Le ofrecieron la posibilidad de venir a Euskadi con ellos.

Cientos de desplazados

La joven lo agradeció, pero no quería separarse de su madre y sus abuelos, ya mayores. Ellos fueron los que la terminaron de convencer. «Nosotros ya hemos vivido la vida», le dijeron. Su madre le explicó que tampoco podía huir porque debe cuidar de sus padres. «Yo no estaba de acuerdo, pero insisten en que es lo mejor», explica.

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Con los aeropuertos cerrados, la única forma de salir de Ucrania es por tierra. En su caso, la mejor opción consiste en llegar a Polonia. Un amigo se ofreció a ir con ella en coche hasta la frontera. Desde allí otro automóvil le llevará a ella y a otros desplazados hasta Praga, donde ya podrá coger un vuelo hasta Bilbao. Lo que César tiene claro es que va a sacarla de allí. Si es necesario cogerá el coche y se plantará en la frontera.

Diana se despidió de su familia a primera hora de la tarde. No podía dejar de llorar. Trataban de consolarla. Le decían que si las cosas mejoran podrá volver pronto. Ella también se aferraba a la idea de que en un tiempo podrán traerlos a España.

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La carretera estaba llena de automóviles. Todos en la misma dirección: lejos de los bombardeos. La primera noche tuvo que dormir en el vehículo. Ayer fue también un día muy duro. Los últimos kilómetros antes de la frontera los tuvo que hacer a pie. Había muchísimos coches y autobuses. Tantos que en algunos puntos era imposible circular. Junto a ella, cientos de personas. Muchas mujeres y niños. Con maletas cargadas con lo justo. Diana estaba «agotada» y preocupada por el futuro de su amigo. A los hombres no se les permite salir del país. Todos avanzaban en silencio. Dejando atrás Ucrania, su país, su familia. Para sobrevivir.

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