La nación indispensable
Los norteamericanos llevan más de treinta años dando más importancia a la política doméstica que a los asuntos internacionales. Bill Clinton acuñó la expresión «dividendo ... de la paz» para dejar atrás el despliegue global que exigía la Guerra Fría y concentrarse en hacer crecer la economía y en mejorar la política social. Pero en un mundo peligroso y multipolar, Estados Unidos sigue siendo la nación indispensable, en expresión acertada de Madeleine Albright.
A pesar del repliegue sobre sí misma que la superpotencia atravesó durante la presidencia de Donald Trump, ante cualquier gran crisis o conflicto se espera, al menos desde este lado del Atlántico, que Washington comprometa su liderazgo y sus enormes capacidades. Así lo ha hecho Joe Biden ante la invasión de Ucrania. En palabras suyas, ha pasado «horas y horas manteniendo unida la alianza con los aliados europeos y asiáticos», en parte para compensar el fiasco de una retirada de Afganistán sin consultas ni coordinación alguna.
La popularidad del presidente, en números muy bajos a principios de año, apenas ha mejorado. Sin embargo, tras el discurso sobre el estado de la Unión ha logrado que la mayoría de la población le respalde en su respuesta decidida a Rusia. Es cierto que la terrible división del país en dos bloques ideológicos enfrentados distorsiona este nivel de apoyo: solo uno de cada cinco republicanos aprueba su gestión de la crisis ucraniana. Al menos casi todos los norteamericanos entienden ahora que el régimen encabezado por Vladímir Putin es una amenaza muy grave a sus intereses. Sus palabras poniendo en alerta máxima su arsenal nuclear y sin excluir ninguna opción han hecho que no solo la generación que vivió la crisis de los misiles de Cuba reviva esos días de pesadilla.
Por ahora, la gran mayoría de los ciudadanos respaldan la cláusula de defensa colectiva de la OTAN y las sanciones económicas e incluso las energéticas. Aceptan como mal menor la subida de precios del gas y el mantenimiento de una inflación alta, aunque a medida que se acercan las elecciones legislativas de noviembre se prevé que muchos votantes culpen directamente al Gobierno demócrata de esta situación y no tanto a la crisis internacional.
De hecho, para el 80% de los norteamericanos la invasión de Ucrania no debe ser la prioridad máxima de la Casa Blanca. Tal vez por eso Biden advierte en estos días que Moscú está escalando la guerra, con más ciberataques y el posible uso de armas biológicas y químicas. Su deber es transmitir a su población la gravedad de un conflicto de desenlace incierto y que puede durar muchos meses.
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